POLITICA
23 de diciembre de 2020
Probable reemplazo de Solá en la Cancillería
Felipe Sola. Cristina desea que ese lugar sea ocupado por el sociólogo Jorge Taiana
En Casa Rosada dan por sentada la necesidad de recambio en el Palacio San Martín. La decisión choca con las diferentes miradas sobre la política exterior dentro del Frente de Todos.
Ante la probabilidad de que el ingeniero agrónomo Felipe Solá decida dar un paso al costado de la Cancillería, Cristina desea que ese lugar sea ocupado por el sociólogo Jorge Taiana, quien además de conocerse con Solá desde la secundaria en el Nacional Buenos Aires, ya se desempeñó en ese cargo desde la salida de Rafael Bielsa, en diciembre de 2005, hasta su renuncia en junio de 2010 tras un fuerte cruce con la entonces presidenta. Desde entonces, Cristina ha tenido en Taiana un hombre que le perdona todo, como lo hizo en 2013 al aceptar ser candidato a legislador porteño, en 2017 para acompañarla en la fórmula para el Senado o en 2018 luego de que se difundieran escuchas entre Cristina y Oscar Parrilli en el que la actual vice no hablaba en buenos términos del hijo del médico personal de Juan Domingo Perón. Y en caso de que no haya lugar para Taiana, hay una opción B: Cecilia Nahon, quien se desempeñó como embajadora en Washington en los tiempos de la pelea con los holdouts. Del riñón de Kicillof, a los ojos de Alberto hace quedar a Taiana como una opción superior.
Sin embargo, Alberto Fernández tiene otros planes y, además, mira hacia otra dirección. Jorge Argüello, el actual embajador ante los Estados Unidos, es el nombre que más repite el Presidente y el plan que imaginan en la Rosada cierra más allá del embajador, con quien Alberto cultiva una relación de amistad desde los 19 años. Gustavo Béliz, un hombre al que Cristina no puede ver ni de lejos desde hace años, encaja como reemplazo de Argüello y Alberto estaría dispuesto a darle ese lugar aunque signifique sacrificar el día a día de una de sus personas de mayor confianza. Después de todo, Béliz en Washington puede aportarle mucho más al Gobierno que en las sombras de Buenos Aires.
Pero aunque parezca poco creíble, en esta puja de nombres se coló uno impensado y no es otro que Daniel Scioli. El actual embajador ante Brasil es “rosqueado” por el también embajador ante Bulgaria, Alfredo Atanasoff. El argumento es sencillo y radica en que, al ser Scioli un hombre que delega funciones sobre las que no tiene conocimiento, su designación le daría un respiro al cuerpo de diplomáticos del Servicio Exterior de la Nación. La contra es precisamente esa delegación de facultades y que se pierda el control sobre el Ministerio, algo que es precisamente el principal dolor de cabeza de Solá y, por decantación, de Alberto Fernández.
Falta de hoja de ruta
El Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto no sólo no ha escapado a las críticas de la Vicepresidenta sino que explica más que ninguna otra cartera la abismal diferencia de criterios entre los tres líderes del Frente de Todos: la política internacional que debe adoptar la Argentina.
Incluso aunque el Presidente logre imponer a otro hombre de su confianza en la Cancillería, el recién llegado se encontraría con el mismo problema que tiene hasta la fecha Solá y es la indefinición en política exterior de la Argentina. Hay una pregunta que tiene tres respuestas: ¿Cuál es el estatus del gobierno de Nicolás Maduro? Según el cristinismo, en Venezuela no pasa nada; según Alberto, es un “gobierno con rasgos autoritarios”; y, según Sergio Massa, es lisa y llanamente una dictadura violatoria de derechos humanos. “Mientras no se defina una postura clara y concisa, es difícil que alguien quiera agarrar viaje”, afirmó un miembro del cuerpo diplomático de larga trayectoria.
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