La Santa es una santiagueña llena de virtudes que durante décadas había pasado inadvertida para la mayoría de los argentinos incluso. Antonia de Paz y Figueroa, María Antonia de San José, o simplemente Mama Antula como la había bautizado el pueblo.
Al igual que el largo peregrinar de esta santa mujer en vida para mantener el legado jesuita en el siglo XVII, su causa debió pasar por un extenso proceso hasta llegar a la canonización, un camino no exento de pausas, pero que más allá de todo, sirvió para que más personas conocieran su extraordinaria historia.

Es un orgullo para los santiagueños que la primera santa argentina provenga de nuestro suelo. Un orgullo que implica además una responsabilidad. Esta bendición para la provincia y para todo el país seguramente requerirá de más acciones a favor la difusión del legado de Mama Antula. 

Una vez conocida la noticia, ayer mucha gente se comenzó a preguntar si la canonización iba a tener lugar en Santiago. La noticia confirmada por el Vaticano dice que la ceremonia se hará en la Plaza San Pedro, pero voceros vinculados a la causa de Mama Antula no descartan que en los meses venideros, pueda darse el cambio de sede y se realice en la Argentina. Y con la presencia de Francisco.

Por lo pronto, se espera que hoy el obispo de la diócesis santiagueña monseñor Vicente Bokalic hable para los medios y exponga su mirada y toda la información que se conozca en estos primeros momentos de la canonización.

Los fieles más sencillos, aquellos que rezan todos los días para pedir por la salud de sus fieles queridos y de sus amigos, se regocijaban al conocer la novedad. "Esa lluvia de la mañana, no hay dudas que ha sido un milagro de la mama Antula, el agua que hace falta en muchos lugares después de tantos meses de sequía".

Ingresar a la Casa de Ejercicios Espirituales creadas por María Antonia de Paz y Figueroa en el año 1795 es adentrarse en su mundo. Invadido de armonía que habla de su amor por Jesús, de su entrega por el pueblo de Dios.

Antiquísimos ventanales, techos forjados en el siglo XIIX que resisten con hidalguía el paso de los año, siempre testimoniando la fortísima obra de Mama Antula. Sus gruesas paredes sostienen capillas, claustros amplios, solares que se extiende por toda una cuadra, en pleno centro porteño. Aquí vivió ella. Aquí murió también.

Las hermanas que lo cuidan, dicen que su andar por toda la casa aún se siente. La casa fundada por Mama Antula es un solar de la vía espiritual, del silencio, de la oración. 

La charla se interrumpe de repente. Una hermana se detiene delante de una puerta de madera raída. Un pequeño cuarto se abre ante nuestros ojos. Los pisos de ladrillo denuncian una historia de años y años. Sin ventanas. Cobija la misma cruz de madera que usó Mama Antula en su formidable peregrinación hace cientos de años.

"Aquí descansaba ella, en esta pequeña habitación falleció rodeada de sus hermanos. Todavía guardamos su reliquia, los objetos que usaba, aquellos que le servían para rezar con los que encontraba la fuerza necesaria para trabajar a favor de los necesitados". La cruz de madera está en un cofre de vidrio. Hay un altar que le fuera regalado por los Virreyes de Paraguay, en agradecimiento por una gracia especial recibida.

Un gran cajón de pan en un costado guarda la historia de días en los que no había para comer, días en los que ella mandaba sin embargo a buscar pan allí, y del vacío se pasaba a la abundancia. Es imposible no imaginarla de rodillas, con la mirada puesta en lo alto, pidiendo a Dios por sus hermanas, por las mujeres a las que protegía, por las personas afligidas.