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26 de junio de 2015

La economía que viene: Es hora de moderar promesas

El debate económico no sólo está condicionado por las clásicas consideraciones políticas, sino que hasta puede llegar a moldearse por los comités de imagen de los candidatos.

 Cuanto más cerca se está de alcanzar el poder, menos alocadas resultan las propuestas de los candidatos. 
Los que cuentan con más chances de ganar optan por proposiciones más moderadas. Los que pierden posiciones transitan otro camino y expresan cambios de muy difícil cumplimiento.


Estoy bajo el teorema de Baglini, les aclaro", dijo el economista Miguel Bein ante el auditorio de empresarios que lo escuchaba en las jornadas de debate organizadas por el Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp). 

Y todos entendieron a qué debían atenerse: no había que esperar comentarios muy "jugados", modificaciones profundas o cambios muy arriesgados, porque su condición de asesor de Daniel Scioli -firme candidato a suceder a Cristina Kirchner- le imponía límites.

Fue la confirmación de que, en esta campaña electoral, el debate económico no sólo está condicionado por las clásicas consideraciones políticas, sino que hasta puede llegar a moldearse por los comités de imagen de los candidatos.

Una contribución a la ciencia política
El "teorema de Baglini" ya podría considerarse como uno de los mayores aportes argentinos a la ciencia política.
Puede ser que su formulación no sea demasiado sofisticada, pero de lo que no cabe duda es que los postulantes y sus asesores lo tienen bien presente cada vez que se aproxima una elección presidencial.

El "teorema" no es un trabajo teórico, sino una observación de sentido común que en los años '80 popularizó Raúl Baglini, entonces diputado por la Unión Cívica Radical.
Eran tiempos difíciles, en una democracia recién recuperada que no podía ocultar su inestabilidad política y económica.

Ante la proliferación de declaraciones sobre cómo arreglar los problemas del país, Baglini planteó que había una relación inversa entre el grado de responsabilidad de las propuestas que realiza un político y las chances con las que cuenta para alcanzar el poder.

Observó también que a medida que un partido o un candidato empieza a mejorar sus posibilidades, comienza a moderar sus promesas y sus discursos.
Así, las iniciativas "alocadas" van dando paso a ofrecimientos más "realistas".

La teoría concluye que, si finalmente llega a presidente aumentan las probabilidades de que tenga que terminar haciendo algo muy diferente a lo que había prometido durante la campaña.

Las primeras víctimas
Los asistentes al debate en el que participaba Bein no tuvieron dificultad en entender su apego y respeto por el teorema de Baglini, porque apenas unas pocas semanas antes había sido su víctima.

Bein había criticado la vigencia del régimen de "dólar ahorro" por considerar que servía para subsidiar a los especuladores.
Las consecuencias de ese comentario fueron lapidarias: a las pocas horas funcionarios del gabinete económico de Scioli salieron a aclarar que no estaba en los planes del candidato cerrar la ventanilla oficial para la venta de billetes verdes.

Los analistas interpretaron esta situación como un claro límite impuesto desde el Gobierno. 

"Es casi como decir que aquel que pretenda hacer oficialismo tendrá que ofrecer continuidad", observa Jorge Vasconcelos, economista jefe de la Fundación Mediterránea.
Este analista es uno de los que mantiene sus dudas sobre si ofrecer "más de lo mismo" es un mensaje ganador en el plano electoral y cumplible a la hora de diseñar políticas.

De hecho, han circulado versiones respecto de una lista de temas "tabú" que Scioli no puede mencionar en campaña, entre los cuales figuran el cepo, el atraso cambiario, las tarifas de servicios públicos, la crisis de las economías regionales, el déficit fiscal, los problemas energéticos y un largo etcétera.

Pero sería injusto afirmar que si Scioli y sus asesores no profundizan en estos temas es por exclusiva imposición del Gobierno. Aun si no existieran presiones externas, el propio gobernador bonaerense tiene en claro que abordar ciertos temas sólo le puede acarrear problemas.

Por cierto, no fue el único al que se le aplicó el teorema de Baglini.
Hubo situaciones parecidas en filas macristas, aunque en este caso fue en sentido inverso. Al tratarse de un partido "retador" del poder, el objetivo central es el de desmentir cualquier insinuación de ajuste tradicional.

Por ese motivo, se instruyó especialmente al plantel estable de economistas sobre la prohibición de hablar sobre la conveniencia de una devaluación, un error que había cometido Federico Sturzenegger durante la campaña para las legislativas de 2013.

Aun con esos cuidados, también hubo que ajustar tuercas. Como cuando Carlos Melconian relativizó la promesa de que el cepo cambiario pudiera desarmarse en un día y luego sufrió una reprimenda del comité de campaña del PRO, que lo mandó a rectificar su declaración.

Ante un auditorio de empresarios, Melconian tuvo que cambiar su postura. Finalmente debió salir a decir que sí cree que se puede desarmar el actual sistema cambiario y a afirmar que Macri "no tiene doble discurso en este tema".

En coincidencia con el postulado de Baglini, las propuestas económicas empiezan a ser más atrevidas a medida que el candidato que las sostiene está peor ubicado en las encuestas.

El caso de Sergio Massa es elocuente. Tercero en los sondeos, víctima de una fuga de aliados y centro de permanentes especulaciones sobre si se bajará de sus aspiraciones presidenciales, ha recurrido a la economía como forma de generar impacto en la opinión pública.

Así, ha propuesto la eliminación del Impuesto a las Ganancias para los asalariados y la rebaja en casi todas las retenciones agrícolas.
Es decir, prometió afectar seriamente dos pilares que sustentan la recaudación impositiva del gobierno de Cristina Kirchner.

El Gobierno, en su salsa
El Ejecutivo no demoró en tomar nota de que el discurso opositor tenía el condicionamiento de Baglini. Y decidió usar esa situación en beneficio propio.

Por ejemplo, al criticar las propuestas para un "desarme express" del cepo cambiario, a las que le atribuyeron la intención inconfesada de una devaluación.

Desde la postura de la "responsabilidad gobernante", el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, acusó: "Es un mentiroso que se está valiendo de una data que a una parte de la sociedad le interesa escuchar y blande ese elemento como si tuviera todo controlado".

Luego, al constatar el cuidado opositor por no incurrir en temas polémicos, también celebró las dificultades para generar un discurso económico sustancialmente diferente del que defiende el "modelo".

"Se están corriendo del discurso devaluador. Y no porque no lo piensen, sino porque la gente ha comprendido que ese camino de profecías autocumplidas no ha ocurrido", afirmó el titular del Banco Central, Alejandro Vanoli, en el marco de un congreso organizado por el Consejo Profesional de Ciencias Económicas.

En rigor de verdad, a Vanoli razón no le falta. Es que hoy día resulta imposible encontrar entre los aspirantes con chances a la presidencia un abordaje sobre el problema de la pérdida de competitividad en el cual siquiera se insinúe una corrección cambiaria

El dólar, claro, sigue siendo el gran tema tabú.
En cambio, cuando se está en la vereda de la oposición siempre resulta más fácil cargar todas las tintas sobre la presión tributaria.

Es por ello que, ante las promesas sobre todo de Massa -respecto de las retenciones y del Impuesto a las Ganancias-, el Gobierno opta por jugar la carta de la "responsabilidad de gestión".

Es uno de los temas favoritos en las cadenas televisadas de Cristina Kirchner, quien suele insinuar que quienes machacan con las promesas de alivio impositivo planean, en realidad, un recorte de los programas de asistencia social.

Y es por eso que suele "torear" a los opositores para que revelen cuál es su plan económico y lo cuantifiquen.

"Si alguien tiene una receta mejor que la diga. Pero en serio, que la explique con los números y que la podamos entender todos", escribió la Presidenta en las redes sociales.

Críticas desde lejos
Qué diferente es la situación de aquellos que ya no tienen chances de transformarse en ministros o de ocupar cargos importantes en el área económica. 

Como Javier González Fraga, por ejemplo, que a diferencia de lo ocurrido en 2011 -cuando acompañó a Ricardo Alfonsín en la fórmula- esta vez no es protagonista activo. 

El influyente economista puede ahora afirmar lo que muchos de sus colegas piensan pero tienen vedado decir: que resultará difícil desarmar el cepo cambiario sin que ello genere un salto del dólar.
Y, además, que es probable que durante un tiempo haya que convivir con un tipo de cambio financiero y otro para el turismo y ahorro. "Sería convalidar lo que ya sucede en la práctica", afirmó en la reunión del Cicyp.
Pero si se habla de sinceramiento sin que sean considerados los riesgos, nadie como Domingo Cavallo: el siempre controversial ex ministro no tuvo medias tintas a la hora de recomendar al próximo gobierno un shock económico, con ajuste fiscal, fuerte suba de tarifas y eliminación del cepo.

Si se descartara ese plan -en pos de privilegiar un camino gradualista-, el riesgo es el de una explosión inflacionaria, advirtió.

"El gradualismo, cuando se parte de grandes desequilibrios económicos y fuertes cuellos de botella sectoriales, acentúa las expectativas de inflación, las pujas distributivas y los costos recesivos", señaló Cavallo.

Su sombrío pronóstico es que la suba gradual de tarifas se verá rápidamente neutralizada por las actitudes defensivas de particulares y empresas, que indexarán la economía hasta acelerar la suba generalizada de precios.

Aun sin mencionarlo, insinuó que su enojo principal es con Bein, por no explicarle a Scioli estos riesgos.
"Estarán contribuyendo a que hacia mediados de su mandato, o incluso antes, Scioli corra el riesgo de ser totalmente desacreditado por un shock no planeado que se transforme en un 'Rodrigazo'", afirmó el polémico ex ministro.
  
Otras opiniones muy críticas al Gobierno y proclives a reformas estructurales drásticas suelen escucharse en boca de economistas influyentes pero con nulas posibilidades de ocupar cargos públicos, como Miguel Angel Broda, Roberto Cachanosky o José Luis Espert.

Cambio, pero no tanto
Como sabe cualquier político principiante, una cosa son los discursos de campaña y otra muy distinta es lo que efectivamente se podrá hacer en la práctica.

De manera que, más allá de lo que en las reuniones a puertas cerradas pueda decir un economista, hay una realidad que está quedando en evidencia: el discurso económico también está en manos de los asesores de imagen.

Las encuestas señalan que hay que tener cautela, mezclando dosis parejas de propuestas de cambio con señales de continuidad.

Por caso, un sondeo de Poll Data aporta que siete de cada diez personas entrevistadas se dice disconforme con la gestión de Kicillof. Pero, al mismo tiempo, cuando se indaga qué tan dispuestos estarían a tolerar un cambio, sólo un tercio defiende la opción de un modelo radicalmente distinto.

En el mismo sentido, Mariel Fornoni, directora de la consultora Management & Fit, relativizó el éxito de los discursos radicalizados: "Hay un segmento importante que quiere un cambio pero no tanto".

Nada nuevo en definitiva. Basta recordar que en 1999 Fernando De la Rúa recién logró afirmarse como candidato ganador cuando aseguró que no abandonaría la convertibilidad "uno a uno" entre el peso y el dólar.

Por lo visto, todo indica que no hay que esperar un debate muy profundo sobre temas económicos en esta campaña.
Los candidatos tienen las encuestas en una mano y el teorema de Baglini en la otra.



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