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27 de agosto de 2015

África:Arroz Argentino para transformar Sierra Leona

Historias de argentinos que decidieron cruzar fronteras y cambiar el presente en África, introduciendo el arroz y la tecnología.

Historias de argentinos que decidieron cruzar fronteras y hacer negocios. El caso de Emiliano Mroue en Sierra Leona. Plantación de arroz, futuro de soja e importación de conocimiento y tecnología argentina.


"¿Vamos a plantar a arroz a Sierra Leona?". Lo que podría sonar como absurdo e incluso muy arriesgado, para el argentino Emiliano Mroue no lo es. Es más, para él es todo un desafío y una aventura que a su vez son parte de un modo de vida: la búsqueda de generar una transformación en la sociedad. Hace varios años después de terminar su licenciatura en economía empresarial y hacer un master en Europa, empezó a trabajar en una multinacional alemana de consumo masivo.

Tenía una carrera tradicional corporativa en un país súper estable como Alemania, envidia para muchos, pero sentía que ese no era el tipo de vida que deseaba para los próximos años. Fue así que presentó su renuncia y, junto a su primo, se mudó a uno de los países más pobres de África, que hacía relativamente poco terminaba de salir de una devastadora guerra civil (1991-2001). Allí fundó la "West African Rice Company", una empresa social que desarrolla un modelo de agricultura sostenible.

En la entrevista, Emiliano cuenta qué fue lo que lo impulsó a dar un giro de 180 grados en su vida, de qué se trata el negocio, cuál es el objetivo a corto y mediano plazo, sin soslayar por todas las adversidades - la más difícil el virus del Ébola - que debió enfrentar para en definitiva alcanzar un sueño personal. 

Periodista: ¿Cómo se gestó la idea de ir a producir arroz a Sierra Leona? 

E. M.: Alimenté ese proceso a través de viajes a Medio oriente, en donde visité países como Irán o Afganistán. También estuve en Mozambique, Kenya, y Sierra Leona. En este último país al dialogar con un sierraleonés surgió la idea de hacer un proyecto en concreto. Estuve expuesto a la dura realidad del país y a lo que se podía llevar a cabo, por un lado, para intentar cambiar ese presente y, por otro, entendiendo que eso se puede hacer con un proyecto más convencional, dirigido por el sector privado, con un objetivo de rentabilidad. Sentí que podía combinar ambas cosas. 

P.: ¿Y cómo continuó todo? 

E. M.: El primer viaje fue en octubre de 2010 y la empresa comenzó a funcionar un año después. En el medio, le propuse a mi primo (Patricio Imerito) irnos a plantar arroz a Sierra Leona. Al principio, pensó que le estaba haciendo una broma, pero le dije que era una propuesta seria y comencé a explicarle de qué se trataba. Le comenté que en el país hay mucha hambre, cuatro de cada 10 niños sufren algún tipo de malnutrición. Además, casi el 70% de su población vive de la agricultura de subsistencia. Yo estaba convencido que la agricultura es una herramienta con un potencial de cambio único. Entonces le atrajo la propuesta y de a poco fuimos armando el proyecto muy a grosso modo. Los dos renunciamos a nuestros trabajos, él en Argentina y yo en Alemania, y nos fuimos para Sierra Leona, inicialmente por tres meses. 

P.: ¿Y cómo fueron esos primeros meses? 

E. M.: Preparamos un plan de negocio, hicimos acuerdos con el gobierno y con las comunidades que son las dueñas de las tierras. También fuimos a Europa en busca de inversores. 

P.: ¿De qué se trata el modelo de negocio que llevan adelante? 

E. M.: Armamos una especie de chacra de entrenamiento. Contratamos a la gente por un año y la capacitamos con distintas técnicas de cultivo. Al final del contrato los productores tienen la opción de quedarse como empleados o producir en sus propias tierras con el apoyo de la compañía. En este último caso, le acercamos al sector financiero para que puedan acceder a financiamiento. Nosotros además proveemos la maquinaria y tecnología. 

P.: Imagino que el comienzo no fue nada fácil... 

E. M.: Al principio fue todo a pulmón, comenzamos con una inversión relativamente chica y desarrollamos 400 hectáreas de arroz, compramos algo de maquinarias y un par de cosechadoras. 

P.: ¿Cuál fue el principal desafío que se propusieron? 

E. M.: Mejorar los rendimientos para que el proyecto sea rentable, ya que en el país la productividad es muy baja. Un sierraleonés produce 300 kilos de arroz por hectáreas mientras que uno en Argentina, cosecha 9.000 kilos. Nuestro objetivo es llevar esos 300 kilos a 3.000 este año. 

P.: ¿Con qué obstáculos se fueron encontrando?                              

E. M.: Con falta de infraestructura y sobre todo con falta de capacidad de recurso humano. En 2012 de unos 350 empleados que tuvimos, el 90% era analfabeto. Pero con empeño y capacitación lo fuimos llevando adelante. 

P.: ¿En algún momento dudaron de continuar con el proyecto?  

E. M.: Sufrimos un fuerte golpe el año pasado con la epidemia del Ébola. Teníamos hectáreas cultivadas y tuvimos que abandonarlas. Todo lo que habíamos puesto ahí lo perdimos. Se generó un gran caos. Se activó la alarma internacional y casi todos empezaron a evacuar el país. Por eso decidimos irnos por un tiempo prudencial, aunque nos costó mucho conseguir vuelos ante un clima de paranoia colectiva. 

P.: ¿Hubo víctimas fatales entre los empleados? 

E. M.: Por suerte no, pero en Sierra Leona hubo unos 12.700 infectados de los cuales murieron más de 3.900. Es el país con más víctimas fatales después de Liberia. En el mundo fallecieron más de 11.000 personas. Lo peor de todo en ese momento es que había tanta histeria, dentro y fuera del país, que el sistema local de salud colapsó. Si te agarrabas una apendicitis, morías ahí prácticamente. Ese fue el mayor riesgo al que estábamos expuestos. 

P.: El regreso fue como volver a empezar... 

E. M.: Desde que nos fuimos empezamos a preparar un programa de respuesta para Ébola. Estuve reunido con el Banco Mundial y otros organismos proponiendo alternativas para hacer frente a la cuestión social y económica. A mediados de enero de este año volvimos y reactivamos todo el proyecto. 

P.: Y en la actualidad, ¿cómo les está yendo, el país pudo sobreponerse a la epidemia? 

E. M.: Estamos teniendo un muy buen año, por suerte el Ébola bajó muchísimo, la situación está prácticamente normalizada, aunque hay casos aislados todavía. Hace poco hicimos una sociedad con una ONG americana muy grande con la cual estamos sembrando juntos. 

P.: ¿Importan insumos desde la Argentina? 

E. M.: En esta próxima etapa que comienza estamos tratando de importar tecnología argentina. Creemos que la relación calidad-precio de la tecnología nacional es extraordinaria. 

P.: ¿Hasta el momento han logrado rentabilidad con el negocio? 

E. M.: Todavía no. El primer desafío que tenemos es mejorar los rendimientos. Si logramos alcanzar los 3.000 kilos por ha. este año, llegaremos a nuestro punto de equilibrio. La cuestión es que el modelo de negocio está armado de tal manera que cuanto mayor es la rentabilidad quiere decir que estamos teniendo un impacto todavía muchísimo mayor, no solamente por la creación de empleo sino también porque estamos capacitando a los campesinos para que produzcan por sus propios medios. 

P.: ¿Cuál es tu visión para los próximos años en relación al negocio? 

E. M.: Queremos expandir una línea de consultoría que lanzamos hace poco. La idea es, por un lado, extender la red de contactos a lo largo del continente, y por otro lado, compartir con otras organizaciones el conocimiento que adquirimos. Ya tenemos proyectos en seis países de África, incluyendo Sierra Leona. El objetivo es pan africanizar la realización mediante la venta de Know-How en otros países del continente. 

P.: Mientras tanto, ¿siguen en busca de nuevos inversores? 

E. M.: Estamos apuntando a recursos públicos. Mantenemos conversaciones con algunos gobiernos, sobre todo con el de EEUU. El resto de las financiaciones las vamos a hacer con capital propio. 

P.: ¿Cuál es el balance que hacés de estos casi cinco años de estadía en Sierra Leona, te arrepentís de algo? 

E. M.: En ningún momento me arrepentí de la decisión de haber terminado con la vida anterior, sobre todo porque el impacto de este emprendimiento es muy tangible y directo. A los tres meses de comenzar a operar ya teníamos unos 350 empleados, 350 familias con trabajo, cuando antes no tenían absolutamente nada. Ver eso te da una satisfacción extraordinaria. Somos conscientes del potencial transformador extraordinario que tiene el proyecto. Esto es una gran motivación y alcanzar el objetivo para mí vale mucho más que todo lo que estaba haciendo antes.  

• Premiación y soja 

En octubre del año pasado Emiliano y Patricio fueron premiados en EE.UU en el marco del World Food Prize (galardón internacional que reconoce logros sobre mejora de la calidad, cantidad o disponibilidad de alimentos en el mundo) por su proyecto inclusivo. Allí recibieron u$s 150.000 por parte de las fundaciones de Howard G Buffet, y de Tony Blair. "El dinero lo vamos a usar para introducir el cultivo de soja en Sierra Leona en octubre de este año. El principal objetivo por el que queremos producir oleaginosa es porque es un cultivo muy rico en proteínas y África occidental tiene una deficiencia crónica de consumo de proteína que tiene un impacto tremendo sobre todo en el desarrollo intelectual de los niños", revela Mroue.

Fuente: Por Juan Pablo Marino



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