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EDITORIAL

17 de septiembre de 2015

Cultura democrática y los vicios del sufragio

Las conflictivas elecciones desarrolladas en la provincia de Tucumán ponen en evidencia la fragilidad del cuarto oscuro.

El sistema electoral no abarca solo, como podría interpretarse a juzgar por lo escuchado y leído en estos últimos días, la etapa final de ese proceso, es decir, la manera en que se hace efectivo el voto, sino que incluye también otros aspectos.

La instrumentación del sufragio debería resolverse a través de la boleta electrónica, que otorga mayores garantías de celeridad, sencillez y transparencia. Pero además es preciso revisar en cada jurisdicción los vicios que suelen operar como mecanismos distorsivos o que generan confusión, como el sistema de colectoras o de acople, tal el que funciona en la vecina provincia.

Todas las reformas electorales que se impulsen para otorgar transparencia deben ser alentadas, pero sería una utopía suponer que con modificaciones en las leyes electorales se solucionan otros problemas, como el clientelismo aplicado a las prácticas relacionadas con los comicios.

Los medios de comunicación de Buenos Aires dedicaron por estos días mucho tiempo y espacio a analizar las elecciones tucumanas. La mirada en general es muy crítica de la cultura política del norte argentino, a la que relacionan con las peores prácticas clientelistas, añadiendo el mote de "feudal” recurrentemente cada vez que se nombra a nuestras sociedades o provincias.

Esta perspectiva de análisis da a entender que el clientelismo es tan condicionante que define, indefectiblemente, el resultado de las elecciones. Es, sin dudas, una exageración. Nunca sabremos la incidencia verdadera de estas prácticas, pero no hay razones valederas para una subestimación tan extrema de la independencia de criterio que tienen los electores de esta parte del país.

Hay, en esta mirada, un interés político muy visible, que es desacreditar el sentido del voto en algunos distritos.

Habrá que decir, entonces, que la cultura política clientelar se mantiene vigente a lo largo y ancho del país, en todos los distritos, y que el objetivo debería ser su erradicación definitiva.

Al clientelismo electoral se lo combate con cultura democrática. La meta es desterrar estas prácticas que intentan condicionar el voto a una ayuda material o a un cargo político, pero hasta tanto ese día llegue, el objetivo debe ser fomentar la conciencia de que el voto por el que el ciudadano elige a sus representantes no es canjeable por nada. Y que en el cuarto oscuro tiene la posibilidad de elegir al candidato que mejor represente su pensamiento político sin que nadie se entere la alternativa elegida.

Pensar en su desaparición en plazos perentorios es una ingenuidad. Pero el desafío debe encararse con enjundia y decisión, porque ofrecer desde el Estado garantías de que el voto del ciudadano no es pasible de ser comprado o condicionado con dádivas es, en definitiva, apuntalar firmemente las instituciones de la democracia.



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