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6 de marzo de 2017

Una casa al modo wichi, con la técnica de universitarios

Tres alumnos de Arquitectura de la UNC la construyeron en 20 días en el Chaco salteño. Respetaron la modalidad del pueblo originario y le agregaron servicios básicos. Es para su tesis.

Del plano a la realidad. En agosto del año pasado, se informaba sobre la idea de un grupo de estudiantes de Arquitectura de la Universidad Nacional en Córdoba (UNC) sobre una vivienda para la comunidad wichi. Semanas atrás, la casa se terminó y hoy está habitada por un cacique y su familia.

Los actores principales de esta trama son Tomás Gulle, Rodrigo Carnero Vidal y Ariel Álvarez Cueto, quienes con la ayuda de un pequeño grupo de originarios armaron las piezas que llevaron desde Córdoba. Eso significó que estuvieran 20 días en medio del Chaco salteño, trabajando con temperaturas de hasta 50 grados.

Diseño

La casa es un módulo básico, que consta de una habitación, de un espacio de sombra para desarrollar sus actividades diarias y del espacio de fuego, que es la cocina. Tiene un módulo aparte, con sanitario y depósito.

 

La estructura está hecha con madera y con un sistema de horcones, que es el principal modo constructivo wichi. Los futuros arquitectos le agregaron la técnica e incorporaron un sistema de paneles de madera, que son bastidores con estructura interna de ramas revocada con adobe.

Cómo nació la idea y cómo se terminó materializando

Se construyó en la comunidad Las Llanas, ubicada en el municipio de Embarcación, de Salta, al borde de la ruta nacional 81.

El viernes 21 de enero, las partes de la vivienda partieron desde el taller de la Secretaría de Planeamiento de la UNC.

Llegaron a la comunidad wichi el lunes 23 de enero. Allí se instalaron con una pequeña carpa estructural y comenzaron a trabajar. Se encontraron con que no había muchas manos para ensamblar la vivienda más que las de ellos tres, las del cacique Carlos Centeno y otros tres pobladores.

Trabajo duro

“Le pegábamos desde las 7 hasta las 22, fue durísimo, con 50 grados de calor. La sensación térmica llegaba a 60 grados. Le teníamos que meter y sacábamos fuerzas de donde sea”, cuenta Rodrigo.

Para poder aplacar el calor, recurrían a botellas con agua congelada que se vendían a 5 pesos. “Eran una bendición”, remarca.

Estuvieron en un hotel una sola noche, pagada por el Gobierno salteño.

Tomás recuerda que comían una sola vez al día: “Bajé como seis kilos”. La ayuda principal fue de dos wichis que recibían a cambio comida que ellos tenían. “Éramos siete laburando, más allá de que por ahí venían algunas personas”, relata.

Bajo esas condiciones extremas, la angustia se multiplicaba. Agotado, el joven trabajaba con una amoladora, la apoyó en su pecho y no se explica cómo se activó: le cortó la muñeca. Lo llevaron a Tartagal, donde el médico le explicó que estuvo cerca de cortarse los cinco tendones.Fuente Diego Marconetti

“Ahí nos dimos cuenta de que estábamos donados”, dice el futuro arquitecto.

“Llegó un momento en que nos queríamos volver, era tal la desesperación... Pero estábamos comprometidos hasta la médula”, afirma el joven.

Sucede que detrás del proyecto había un montón de gente que colaboró de manera desinteresada y además estaba la esperanza de la familia que recibiría la casa.

“Teníamos amor por la casa que iba saliendo y el resultado final, que fue lo que pensamos. Nos llenó de felicidad la gente, y los que ayudaron se sentían parte”, comenta.

Tomando forma

Los jóvenes remarcan que no hizo falta la improvisación, ya que todos los elementos se iban montando tal como ellos lo habían planificado. Hubo cambios, como en el recubrimiento exterior, que en lugar de ser de ramas de duraznillo se hizo con cañas que trajeron desde el río Bermejo.

“A esos viajes, y al adobe que nos hicieron dos ancianos de otra comunidad, los tuvimos que pagar con plata de nuestro bolsillo”, cuentan.

Pese a todos los contratiempos, la obra avanzaba. Una noche estaban ellos tres junto con los wichis que colaboraron con la construcción, y “uno de ellos, Daniel, nos contó que el modo de hacer la vivienda le hacía acordar a cómo construían sus abuelos”, agrega Tomás.

Finalmente, el sábado le hicieron entrega de la casa al cacique Carlos Centeno.

El Gobierno de Salta hizo una especie de acta que el hombre suscribió. En ese improvisado acto, el cacique pidió la palabra, que puso un marco de emoción.



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