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EDUCACION

10 de marzo de 2017

Expulsar no es educar

Una de las estrategias que utilizan los centros de educación secundaria para mantener la disciplina de sus alumnos es expulsarlos.

La expulsión se aplica, por ejemplo, cuando se descubre a algún estudiante fumando tabaco, utilizando el teléfono móvil en el aula o si faltan al respeto de algún miembro de la comunidad educativa.

Desconozco quien es el cargo del Ministerio de Educación que tolera este tipo de sanciones que más que corregir el error de un menor puede llegar a agravarlo. Se supone que quienes legalizan estas medidas punitivas son pedagogos y profesionales con mucha experiencia en el mundo educativo, pero quizá les falte lo más difícil: ponerse en la piel de quien es expulsado y, sobre todo, sentido común.


La expulsión solo es eficiente si humilla, pero la humillación la sienten quienes ya están arrepentidos de su error, por tanto es innecesario echar más leña al fuego. Al resto les da igual o directamente se alegran de no verse obligados a asistir a clase. Esta es la razón que convierte la expulsión en un acto coercitivo sumamente injusto e inefectivo que debería ser evitado en el ámbito educativo. 


En ningún caso pueden imponerse medidas correctoras que atenten contra la integridad física y la dignidad personal del alumno.


Este es un gran problema porque hay alumnos muy arrepentidos que sienten la expulsión como un ataque a su dignidad. Yo no soy quien hace las leyes, pero si están hay que cumplirlas. Sin embargo, quien hizo la ley hizo una trampa basada en la ambigüedad.

El alumnado no puede ser privado del ejercicio de su derecho a la educación y, en el caso de la educación obligatoria, de su derecho a la escolaridad. No obstante lo anterior, cuando se den las circunstancias y condiciones establecidas en los artículos del reglamento de convivencia escolar, dicen en la mayorias de reglamentaciones de diversas instituciones escolares confecionales, laicas o comunes:  se podrá imponer como medida correctora la realización de tareas educativas fuera del aula o del centro docente durante el periodo lectivo correspondiente.


Este punto no tiene ni pies ni cabeza. ¿Cómo saber si el estudiante estudia en su periodo lectivo si incluso está prohibido que asistan a clase por videoconferencia? ¿Quièn escribieron esa disposiciòn, han sido profesores alguna vez? ¿Entienden algo sobre el oficio de educar? ¿Son conscientes de sus dislates?


Expulsar significa “echar a una persona de un lugar“, como se echa las cenizas en el cenicero o los rastrojos al fuego. Echar es un verbo que, en el ámbito educativo, solo se debe conjugar con personas cuando nos falten, no cuando nos sobren o molesten. A un buen educador no le sobra nadie, y mucho menos un alumno problemático con quien deberá trabajar estrategias que hagan de él un buen ciudadano.

 

Durante años se ha expulsado  jóvenes del sistema educativo, para evitar un agravio comparativo, hay que continuar haciéndolo, pero sería un gran proyecto educativo que a partir de un paradigma correctivo, se prohibiera expulsar y, en su lugar,  se propusieran otras medidas que hagan reflexionar eficientemente sobre la conducta de uno.

En vez de tantos millones de pesos destinados por el Ministerio de Educación para enriquecer a Microsoft; (computadoras personales entregadas a las instituciones educativas y a docentes/alumnos); el dinero debería ir a profesionales de la psicología educativa y a formar en ética cordial al profesorado. Si no es así estaremos construyendo una sociedad insolidaria, carente de humanidad y adicta a la expulsión emulando los reallity shows de la telebasura.



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