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10 de marzo de 2018

Néstor Pan: Hay más mujeres que hombres en el sistema universitario

Lo que pasa es que hay una igualdad falsa. La igualdad implica una desventaja para la mujer. Agrego en la entrevista.

Sólo los que se mueven en el ámbito de la política y de la docencia universitaria saben qué es la Coneau (Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria).

Sin embargo, este organismo, que nació tan cuestionado durante el menemismo y que ahora goza de un alto prestigio nacional e internacional, es el responsable, por ejemplo, de que casi todos los médicos que se gradúan en universidades argentinas tengan un piso de formación académica que los respalda.

Uno de los responsables de ello es Néstor Pan, quien preside la Coneau desde hace 10 años, un li­cenciado en Ciencias de la Comu­nicación, de origen peronista, que trabajó –no sin algunas polémicas– con el kirchnerismo, y que logró continuar en el cargo, por el respaldo de los rectores, en el período macrista.

En entrevista responde a pregunntas del àmbito de estudios superiores:

–¿Sobran o faltan universidades en Argentina

–En Argentina hay una universidad cada 320 mil habitantes, pero la media en Latinoamérica es de una universidad cada 160 mil habitantes. Hay algunos excesos, como un país que tiene una casa de altos estudios cada 53 mil habitantes, o como México, donde hay una universidad cada 80 mil personas. Yo prefiero esta realidad con 130 universidades entre pú­blicas y privadas. Hay espacio pa­ra más universidades, hay espacios de vacancia, pero no es fácil hacer una universidad en Argen­tina, y la Coneau tiene que ver en esto. Yo creo que es positivo: dos universidades privadas han señalado que la Coneau es una garantía de calidad que diferencia a las universidades argentinas de las del resto de Iberoamérica.

–¿Realmente tiene tanto pres­tigio la Comisión? Creo haber leído que usted era uno de los que se opuso, durante el menemismo, a que se creara.

–(Se ríe)... Yo era uno de los que ti­raba piedras en contra de esto. Era decano de Ciencias Sociales de la Universidad de Lomas de Zamora y sabíamos muy bien que era parte de un proyecto privatizador impulsado por el Fondo Monetario Internacional y por el Banco Mundial.

–¿Qué pasó en el medio?

–Se revirtió gracias a la comuni­dad académica argentina. El punto de quiebre, de inflexión, comenzó a gestarse con las facultades de Medicina que, con los estándares planteados por los decanos, sólo a­creditaba en el 8 por ciento de los casos. Cuando eso comenzó a verificarse en las facultades de Ingeniería, se dieron cuenta de que ha­bía un problema de condiciones de seguridad. Era cerrar las carreras y buscar financiamiento en el FMI, o hacer lo que se hizo: que el Estado pusiera recursos para hacer pruebas de mejoramiento.

–¿Es cierto que vienen de países europeos para ver cómo funciona la Coneau?

–Ni yo creo lo que se ha logrado. Te­nemos acreditados (evaluados) 5.500 posgrados, y cuando terminemos de evaluar Abogacía y Contador, serán 13 las carreras de interés público acreditadas, que contienen al 70 por ciento de los inscriptos en el sistema universitario argentino. Eso es inaudito en Iberoamérica y en parte del mundo. Tanto que ha venido gente de Francia a preguntarnos cómo hicimos, y se encontraron con casos, como por ejemplo el de una especialidad médica que sólo tenía un graduado y tres estudiantes, y que, sin embargo, fue evaluada por 19 personas.

–¿Cómo es la situación en o­tros países?

–Muy distinta. Uruguay recién es­tá armando una agencia evaluadora. Colombia la tiene, pero la acreditación no es obligatoria. Chile tiene mucho retraso por pre­sión de las universidades priva­das. Ecuador hizo el modelo con nuestro asesoramiento y (el expresidente Rafael) Correa cerró 16 universidades privadas, algunas de las cuales funcionaban en garajes, literalmente.

–Sin embargo, hay problemas en el sistema universitario argentino. Mucha deserción, por ejemplo.

–Le doy un dato: entre carreras de pregrado y de grado, en Argentina tenemos 4.200 carreras, pero el 75 por ciento de los estudiantes universitarios del país está inscriptos en sólo 10 de esas carreras: Derecho, Ciencias Económicas, Psicología, Medicina y Enfermería, las ingenierías, Comunicación Social, Arquitectura y Diseño, y Ciencias de la Educación.

–Usted dice que hay lugar pa­ra otras carreras y universidades, pero que existe esta concentración.

–Hay áreas de vacancia, pero hay que ver si se utilizan con senti­do de mercado o con sentido estratégico.

–Hay una frase que popularizó el exministro de Educación Bullrich y que se ha con­vertido en una muletilla cuan­do se habla de futuro: “Siete de cada 10 empleos de las próximas décadas aún no se conocen”. ¿Está preparada pa­ra eso la Coneau? ¿Hay nuevas carreras para esa demanda desconocida?

–Eso ya se ve en los posgrados. Allí se advierten los nuevos perfiles. Pero lo que uno imagina como nue­vas carreras no son más que cor­tes interdisciplinares entre lo tecnológico y las áreas específicas; eso es lo que se viene, no es tan complejo. Una “técnica” no es una carrera universitaria; manejar un instrumento determinado no es el futuro. El futuro es dominar la especificidad y la técnica, que es como una diagonal.

Pan dijo que “el nuevo proceso de evaluación mostrará el compromiso de esta casa con la calidad de la educación superior y con su innovación y mejora” y, señaló que esperan que este proceso, que tendrá dos fases de evaluación hasta 2019, arroje como resultado “un plan de desarrollo para los próximos seis años, que haga crecer a la universidad en cantidad y calidad”.

¿Cómo es hoy la participación de mujeres en las universidades?
En general, es por carreras. No ha cambiado la matriz. En Ciencias de la Educación, por ejemplo, hay más mujeres y en las ingenierías, más hombres.

 
Hay más mujeres que hombres en el sistema universitario, desde hace tiempo. El problema es para qué se forman unos y otros. La mujer suele tener un papel bastante subalterno después de profesionalizada y el hombre, jerarquías más altas en el mundo empresario.


Es un efecto cultural de la sociedad, que cambia lentamente pero no se modifican las conductas de un día para el otro. Yo creo que la situación de poder la sigue ejerciendo el hombre, en general, dentro de la política y de las empresas. 


Es algo que se revierte con los hechos. Hay mujeres que se desarrollan muy bien y ganan sus espacios pero, en general, salen con desventaja. Lo que pasa es que hay una igualdad falsa. La igualdad implica una desventaja para la mujer.



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