SALUD EMOCIONAL
15 de diciembre de 2018
Tiempo de balance, un motivo para cerrar el año
El sentirse bien va construyendo día a día, a lo largo del tiempo.Foto:Getty
Los motivos para sentirse bien no se los encuentra de una vez cuando llegan épocas de balance.
Los motivos para sentirse bien no se los encuentra de una vez cuando llegan épocas de balance como son los finales de año o días de cumpleaños, o algunas de esas fechas muy claves que marcan un pasaje de un capítulo de la vida a otro.
Los motivos para sentirse bien uno los va construyendo día a día, a lo largo del tiempo. De manera que estas épocas de balances cuando llegan son dramáticas, porque lo sorprenden a uno en momentos en que va y viene construyendo su camino. Y si está en armonía con ese proyecto de vida que viene llevando hacia adelante, y ese proyecto mira más allá de las cuestiones simplemente materiales o cuantificables, creo que se va a sentir bien. Sino la persona buscará “analgésicos”.
Siempre hay a la vista ofertas de cosas que supuestamente nos van a acelerar la felicidad, pero la felicidad en realidad es una construcción que uno la va haciendo día a día. Lo demás es un placer efímero. De manera que llegada la época del balance, que puede ser el próximo mes, uno no encuentra que ha tenido hasta aquí un camino satisfactorio, más que quedarse enganchando en esa mirada sobre el pasado, debe abrir hacia el futuro una manera de vivir, para que cuando se produzca un nuevo balance, uno diga este balance simplemente es un recordatorio que me permite decir que estoy viviendo de una manera que me hace sentir en paz conmigo mismo, que no tengo que buscar un motivo para cerrar el año, sino que es en el día a día cuando debo estar en equilibrio.
En las cosas simples
Me parece que hoy cuesta más encontrar el bienestar en las cosas simples, porque cada vez hay menos tiempo para preguntarse a uno mismo cuáles son sus verdaderas necesidades, qué cosas lo hacen sentir en paz o en calma con uno mismo, y cada vez hay más ofertas externas que no tienen que ver con la felicidad, sino más bien tienen que ver con cuestiones relacionadas al consumismo.
Muchas veces la gente se equivoca y agarra por el camino del consumismo, en lugar de tomar por el camino de la exploración interior, de sus propios principios, valores, aspiraciones, necesidades. Entonces busca la felicidad afuera, cuando en realidad, la puerta de la felicidad no se abre desde afuera, sino de adentro, y la va abriendo uno con su vida de cada día.
La felicidad nunca puede ser una meta a lograr, sino que debe ser más bien las huellas que uno va dejando mientras camina por la vida. O sea, las huellas nunca están adelante. Uno no camina sobre sus propias huellas que ya están adelante, sino que las va dejando atrás. Entonces cuando en un momento nos paramos a mirar hacia atrás y este tiempo de balance pueden ser uno de ellos, vamos a ver nuestras huellas de lo que hemos venido haciendo ver cómo nos hemos venido vinculando con las personas que nos importa, si realmente hemos estado o no en contacto con ellas, si hemos estado postergando cosas que para nosotros son importantes desde el punto de vista emocional, afectivo (no económico y material), si hemos mejorado un poquito el mundo con las cosas que hemos haciendo…
Si nuestras huellas nos indican eso, el resultado va a ser que nos vamos a sentir en paz, tranquilos. Podemos decir que habremos visto un camino de felicidad que venimos construyendo, porque no es que a la felicidad salimos corriendo a buscarla y está adelante. El que la busca adelante se abona la infelicidad y la insatisfacción porque cuando la perseguimos a la felicidad se escapa.
Muchas veces las personas creen que la felicidad está en el deseo, pero el deseo solo se hace eso: desear. Y en el momento en el que se consigue lo que se desea, se lo reemplaza por uno nuevo.
El deseo nos mantiene siempre ansiosos, inquietos, mirando hacia afuera y hacia adelante, en lugar de mirar el presente y hacia adentro.
Entonces, cuando somos prisioneros del deseo, es difícil que seamos felices, y cuando atendemos nuestras necesidades que no son lo mismo que los deseos, ahí tenemos más posibilidades de acercarnos a las cosas que nos dan calma, armonía y a lo que podríamos llamar momentos de felicidad.
Las necesidades son pocas, los deseos son infinitos y se reproducen todo el tiempo. En el tema del deseo, cuando se alcanza lo que se propone, ya se siente como un logro, pero no genera calma, sino más bien el nacimiento de un nuevo deseo. En cambio, cuando una necesidad es bien atendida (como comer, tener abrigo, pertenecer a un círculo en donde uno es reconocido y apreciado), hay grandes posibilidades de sentirse en paz, en calma, en armonía, con una enorme sensación de felicidad.
Me parece que hoy en día hay una insatisfacción y poca felicidad en general.
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