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31 de mayo de 2019

El fantasma de la recesión ronda a Brasil

Paulo Guedes, lo Hemos dicho que la economía brasileña está estancada.

El PIB se contrae un 0,2% en el primer trimestre del año y deja al gigante sudamericano al borde de la recesión técnica, elevando la presión sobre Bolsonaro

La economía brasileña retrocedió un 0,2% en el primer trimestre del año respecto a los tres últimos meses de 2018, según datos divulgados este jueves por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (Ibge). El resultado, el primero negativo desde el tramo final de 2016, sitúa al país más grande y poblado de América Latina al borde de la llamada recesión técnica, un término que en Brasil se conoce por un periodo de dos trimestres consecutivos con el PIB a la baja.

La economía brasileña había avanzado un 0,1% en el último trimestre del año pasado, pero ese resultado aún está sujeto a revisión, que podría ser a la baja. El mal dato eleva la presión sobre Jair Bolsonaro, que hizo de la recuperación económica una de sus grandes banderas en campaña.

El cuarto trimestre de 2016 fue el último de la recesión en la que se vio sumida la economía brasileña durante dos años. Esta vez, en cambio, la cifra en rojo tiene que ver, en gran medida, con los retrocesos registrados en la industria (-0,7%) y en el sector agropecuario (-0,5%). También con la fuerte caída registrada en las industrias extractivas (-6,3%), en buena medida por el accidente en la represa de la minera Vale en Brumadinho (sureste) el pasado 25 de enero, en el que murieron casi 300 personas. Vale es una de las mayores exportadoras del país. “El accidente de Brumadinho y el consecuente estado de alerta de otros puntos de minería afectaron todo el sector”, informa la gerente de cuentas nacionales del Ibge, Claudia Dionísio, en la nota explicativa que acompaña al dato.


El fantasma de la recesión ronda a Brasil desde que se conoció el registro del último trimestre de 2018 –un escasísimo crecimiento del 0,1% en comparación con el trimestre anterior–, que aún puede ser revisado a la baja. La dificultad del Gobierno de Jair Bolsonaro de convencer al Congreso para que apruebe la reforma del sistema de pensiones, su principal bandera económica, y el clima de inseguridad política alimentado en este inicio de mandato han hecho mella sobre el gigante sudamericano. A estos factores se suma el severo ajuste fiscal, que inhibe uno de los motores en los que descansa toda economía y que frena las inversiones públicas.

Algunas señales que emite la economía brasileña preocupan especialmente a los economistas. Las inversiones de las empresas, un rubro en el que se incluyen las compras de maquinaria y los proyectos de expansión, sufrieron una merma del 1,7% respecto al cuarto trimestre del año pasado. Con esta caída son ya seis meses consecutivos con la inversión privada a la baja. "Eso indica que la baja tasa de interés [6,5%, el nivel más bajo en lo que va de siglo] no está encontrando adherencia en la realidad y el optimismo empresarial con el nuevo Gobierno no se traduce en inversiones", explica André Perfeito, economista jefe de Necton Inversiones. Las familias, sin embargo, siguen comprando. Aunque con moderación: según IBGE, el consumo privado creció un modesto 0,3% intertrimestral.

La inseguridad de los empresarios es una variable crítica, observa João Luiz Mascolo, profesor de economía de la universidad Insper. “Las inversiones están mediocres porque falta confianza en el futuro”, explica. Así, es más fácil invertir en Bolsa que en proyectos productivos, añade. La reforma de las pensiones, agrega, es una vía para el retorno de la confianza, una variable crítica en economía.

Pero el desempleo sigue siendo la mayor preocupación: alcanza ya a más de 13 millones de personas y los especialistas ponen el acento en su efecto de inhibición del consumo por el temor de los brasileños a ser los próximos en perder el empleo. La inseguridad en la oferta y en la demanda es uno de los factores decisivos en el frenazo de la economía, pero hay quien apuesta a que los próximos meses serán mejores. El Ejecutivo entrante apuesta por incentivar el sistema productivo con medidas de apoyo a proyectos de infraestructura, por ejemplo, y con un plan para reducir la burocracia empresarial para facilitar su inversión. Sus efectos están aún por ver.

El resultado presentado por la economía brasileña no ha sorprendido al mercado ni al Gobierno ya que se esperaba que entrara en terreno negativo. El propio ministro de Economía, Paulo Guedes, lo ha reconocido. "Hemos dicho que la economía brasileña está estancada. El modelo intervencionista derribó la tasa de crecimiento de Brasil. Nuestro promedio de crecimiento ha sido del 0,6% en los últimos ocho años. La economía está parada a la espera de las reformas", declara.

Sin embargo, los números ponen más presión al presidente Jair Bolsonaro, que en los últimos meses ha realizado una serie de recortes en el presupuesto público para intentar equilibrar las cuentas. La gran apuesta del presidente brasileño —y también del mercado— para intentar impulsar la economía es aprobar en el Congreso la reforma de pensiones. Lo que se espera es que dicha reforma pueda equilibrar las cuentas públicas a largo plazo. La aprobación sería una señal importante para el mercado, pues aumentaría la capacidad de inversión del Gobierno y, con ello, también el clima de confianza. "Desde el punto de vista del resultado fiscal, la reforma va a tardar un poco para dar resultado. Y en el corto plazo, no hace diferencia en el déficit público. Lo positivo es la señalización, lo que puede ayudar en la aprobación de otras reformas, como la tributaria", afirma João Luiz Mascolo, profesor de economía del Insper.

La aprobación del nuevo sistema de pensiones, sin embargo, necesita eludir un desafío importante: los hechos del propio Bolsonaro. El presidente brasileño, que ha adoptado un discurso agresivo contra el Congreso, acusa a los congresistas de intentar timar al Gobierno a cambio de cargos. El conflicto entre él y los diputados y senadores ha resultado en la dificultad de avanzar con la reforma. El pasado miércoles, tras la presión por la inmovilidad del tema en el Congreso, Bolsonaro fue a una cita con los líderes de la Cámara y del Senado, además del presidente del Supremo Tribunal Federal. El objetivo era elaborar un pacto de no agresión entre los tres poderes en favor de las medidas necesarias para recuperar la economía, pero no hubo un acuerdo entre ellos.



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