ECONOMIA
4 de septiembre de 2019
El contexto económico influye en los consumidores
El gasto es aún muy elevado en términos comparativos al 2018.
En medio de la crisis puede haber cambio de gastos en relación con los alimentos y bebidas en el hogar. Se destina para consumo el 22,8% de su gasto promedio diario.
En los últimos días el Indec publicó los resultados preliminares de la nueva Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares 2017/18, que muestra que los argentinos y las argentinas destinan a la compra de alimentos y bebidas no alcohólicas para consumo en el hogar el 22,8% de su gasto promedio diario.
Aunque el nivel de gasto en alimentos y bebidas en el hogar es inferior al obtenido en las últimas tres encuestas (1996/97, 2004/05 y 2012/13), lo cual podría ser interpretado como una mejora, habría que destacar que el resultado presentado es relativo, es decir, es un porcentaje del gasto total, y que, por otra parte, se combina con la suba o baja de otros gastos hogareños.
Habrá que esperar a contar con los resultados definitivos para analizarlos con mayor detenimiento y ver cuáles son los elementos que se combinan. Una posible explicación es que, en el relevamiento, realizado principalmente en 2018, cuando tuvo lugar una fuerte devaluación, se conjugaron un proceso de incremento de los precios de los alimentos, que supera al que tuvieron los ingresos, afectando los niveles de consumo, lo que, a su vez, se complementó con subas en otros gastos relacionados con el recorte de subsidios, como transporte y servicios públicos.
Esta encuesta, realizada en casi 45.000 viviendas, es una foto muy contundente de la situación económica estructural en los hogares de nuestro país y es, también, un diagnóstico fundamental para la definición de políticas a distintos niveles. De todas formas, hay que decir que, en la actual coyuntura económica, de gran incertidumbre y donde se discute la emergencia alimentaria con foco en los sectores de más bajos ingresos, ya estaría quedando vieja.
Por otra parte, de acuerdo a la información que publica el Servicio de Investigación Económica del Departamento de Agricultura de EE.UU. (ERS-USDA) sobre un total de 104 países, el gasto en alimentos en la Argentina cayó de 2716 a US$2140 per cápita por año entre 2017 y 2018, producto principalmente de la devaluación.
A pesar de esta caída, el gasto en alimentos es aún muy elevado en términos comparativos: en 2018, en promedio, los países sudamericanos gastaron US$1191, mientras que aquellos países de ingresos medios-altos, donde se encontraba la Argentina en 2018, tuvieron un gasto semejante, alcanzando US$1206, muy lejano al gasto en alimentos de nuestro país. Por otra parte, el gasto argentino se acerca al que tuvieron los países de la Unión Europea que, en promedio, alcanzaron los US$2391, aunque con salarios considerablemente más elevados.
De todas formas, habría que evaluar la cantidad y calidad de la dieta para completar el panorama, pero claramente la Argentina presenta importantes dificultades en la accesibilidad económica de los alimentos.
Esto se da principalmente por las condiciones en que está estructurado y funciona el sistema de distribución y abastecimiento urbano de alimentos, por una sumatoria de cuestiones logísticas, impositivas, comerciales, de competencia, entre otros, por lo que habría que analizar sector por sector y encontrar las principales limitantes que tiene cada uno de los canales comerciales.
Las cadenas de supermercados son precisamente quienes, en este contexto, estructuran el sistema de abastecimiento de alimentos en las ciudades, a través de una combinación de distintos tipos de comercios: hiper y super mayorista y minorista, cercanía, online y plataformas.
En la Argentina, son el principal canal comercial de los sectores lácteos, bebidas y almacén, mientras que las frutas y hortalizas, carnes y los panificados se venden preferentemente a través de negocios especializados.
Como punto de partida, es importante poder pensar cuales podrían ser los principales lineamientos de una política de abastecimiento de alimentos que, entre otras medidas, promueva una Ley de Góndolas. Esta es fundamental para ordenar, transparentar y equilibrar los vínculos comerciales entre las cadenas de supermercados y sus proveedores y clientes, y así, mejorar la accesibilidad a los alimentos.
El autor es investigador de la Cátedra de Sistemas Agroalimentarios (Facultad de Agronomía - Universidad de Buenos Aires).
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