Parece mentira, porque sus carencias son manifiestas. Sus desajustes cobran cuerpo a diario, ronda tras ronda, cada vez que el equipo de Sergi Bruguera aparece en escena. España lleva una semana a remolque.

Incansable, el balear (33 años) encadenó su vigesimoctavo triunfo consecutivo en los individuales y continuó tirando del carro y achicando agua. Primero resolvió ante Evans y después coronó con una portentosa actuación en el epílogo de la serie, cuando el reloj ya marcaba las 00.35.

Y sin embargo, sobrevive.

Nadal y Feliciano celebran la victoria contra Gran Bretaña en la Caja Mágica de Madrid. DAVID ALIAGA GETTY

Su bendición es Rafael Nadal. El balear se ha tomado el asunto muy en serio. Permanece concentrado en sus compromisos individuales y tira del carro cuando hay que rematar en dobles. Lo había hecho en la víspera, en cuartos ante Argentina, y repitió el episodio ayer, esta vez ante los británicos.

Otro día, otra proeza.

Nadal tiró del carro y su actuación elevó a los españoles, que viven en un sinvivir. Desde hace días, entran en pista avanzada la tarde, se fajan a la hora de cenar y alcanzan altísimas cotas de excitación ya de madrugada. Llevan así desde el martes: acostándose a las cuatro y media, con el horizonte ya blanqueando, como quien sale de fiesta, noche tras noche, toda una semana.

Ya veremos qué ocurre dentro de unos años, cuando acabe este ciclo.

Pero por ahora, los españoles tienen a Nadal. 

Jamie Murray y Neal Skupski, el dobles británico, anoche (Clive Brunskill / Getty)

Y con ese tripulante, la nave llega al fin del mundo.

Por ahora, a la final de la nueva Copa Davis, la Davis de Piqué que podría rebautizarse: la Davis de Nadal.

Hoy se acaba el tormento, veremos si bien o mal (a partir de las 16 h). Canadá es el último obstáculo. Se trata de un finalista inesperado, pero no es ningún regalo.

Denis Shapovalov, el niño prodigio del tenis canadiense (Europa / EP)

Cierto, hasta ahora Canadá nunca ha pintado mucho en el ámbito de la Davis. No hay títulos en su historial, ni siquiera finales. Pero ha conjuntado un bloque sólido. Tanto, que se sacude las bajas.

Los canadienses no han podido contar en estos días con Milos Raonic, lesionado en la espalda, ni con Felix Auger-Aliassime, el niño precoz (19), que ha llegado a Madrid con problemas en un tobillo y todo lo ha visto desde el banquillo. En su lugar, están jugando un jornalero como Vasek Pospisil (150.ª ATP) y otro niño prodigio, Denis Shapovalov (20), un zurdo que ha ganado tres de sus cuatro individuales en Madrid, incluido su duelo de ayer ante Khachánov (Canadá venció a Rusia, 2-1).

Se llama fondo de armario.

España parece centrada, aunque Bruguera no ha hallado un número dos eficiente. Acaso lastrado por la dolencia de su padre –Joaquín Bautista falleció a mitad de semana–, Roberto Bautista transigía en su debut, el martes ante Andrey Rublev. Pablo Carreño había fracasado el viernes: le había dado vidilla a Guido Pella, tanta que acabó desconfigurándose en la última manga.
Y ayer, la actuación de Feliciano López merece un punto y aparte. Nunca tuvo opciones ante Kyle Edmund, cañonero inglés que rondaba el top ten hace un año pero que se ha derretido en este.

Hoy es el 69.º del mundo.

Ante Edmund, Feliciano López penó: se rindió por 6-3 y 7-6 (3) y condicionó a Nadal, que lleva una semana remando a contracorriente. La pregunta es inevitable: ¿qué sería del tenis español sin el balear?

Como en la víspera ante Argentina, o el martes ante Rusia, el balear se multiplicó en la adversidad. Desbordó a Daniel Evans, despachándole con un rosco (6-4 y 6-0 en 1h24m), y mantuvo la tensión en el dobles, esta vez junto a Feliciano López: la pareja salvó cuatro pelotas de set en la segunda manga para imponerse a Jamie Murray y Neal Skupski, por 7-6 (3) y 7-6 (8).

Parece mentira, pero la cosa pinta bien para España. Nadal se ha tomado la historia como un asunto personal. Juega en casa y ha visto una ventana de posibilidades. Ayer era el único top ten en las semifinales.