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15 de marzo de 2015

Nelson Castro cuenta el origen de sus cicatrices

Lo operaron siete veces entre el primer mes y los 14 años. Y así aprendió a superar los desafíos. Hoy dice que es el hombre que quiso ser y derrumba estereotipos sobre su figura. Y asume que lo que más le asombra al público es verlo reír.

Un médico, un periodista. También, un amigo. Nelson Castro   me recibe y no pone obstáculos en explorar su intimidad. Al contrario.

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¿Cómo te sentís ante la idea de hablar de vos?

Cuando sos una persona pública, te pasa. Lo vivo con naturalidad y con alegría. Me impacta cómo a los otros les significan las cosas que uno cuenta de su vida. Yo lo tomo como una consecuencia de la profesión.

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¿Cómo articulás lo privado, singular e íntimo, con lo público?

Lo tengo incorporado desde que comencé. Siempre soy la misma persona.El Nelson Castro público no es alguien que expresa cosas diferentes en su manera de ser de lo que es Nelson Castro  en privado. El privado, además, busca todo el tiempo vivir su vida independientemente de lo público y sin que eso modifique mis actitudes. Me gusta salir a caminar, estar con la gente, hacer las compras y los trámites que hace todo el mundo. Yo no utilizo la notoriedad como un privilegio. Si tengo que hacer una cola, la hago. Me gusta exponerme a eso, decir “hoy tengo que ir al supermercado”. Me gusta esa experiencia, sabiendo que la gente se te va a acercar, otros no se dan cuenta y otros murmuran. Ahora, algunos murmuran para hablar bien de vos y otros para hablar mal.

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¿Cuánto del médico que sos hay en el periodista que sos?

Mucho. Comencé a estudiar periodismo simultáneamente con la medicina. En 1973, cuando empecé Periodismo, había examen de ingreso en la Facultad de Medicina.  Así que terminé la carrera de Periodismo –que era más corta– cuando estaba en segundo año de la Facultad. Durante casi veinte años mi vida fue un paralelismo de carreras, hasta que tomé la decisión de dejar la medicina: estaba muy contaminada por el tema de la notoriedad pública. Igual, la formación médica está muy presente en el periodista. Los periodistas interrogamos, los médicos también. Con una formación médica como la que pudimos tener, aprendimos mucho de interrogatorio. Sabés lo que sirve eso, ¿no? El segundo elemento es el ojo clínico. Vos sabés cuándo alguien te está mintiendo. ¡Lo sabés!

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¿Te pasa a menudo esto de que sientas que te están macaneando?

Mucho, casi todo el tiempo.

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¿Cuándo surge ser periodista?

Decidí ser periodista y médico a los 12 años. Iba a un colegio católico, Nuestra Señora del Lujan,  en Villa Pueyrredon. Había mucha actividad extracurricular y una era el periodismo. Me atrapó y desde ese momento dije que iba a ser periodista y médico.

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¿Y la medicina cómo surge?

Creo que la medicina en mi vida está vinculada con lo que te muestro. Mi cara tiene cicatrices que son producto de un cuadro muy severo que tuve a los quince días. No recuerdo eso, pero sí está el relato de mis padres. Tuve erisipela gangrenosa, inadecuadamente tratada, y eso originó a una necesidad de quita de tejidos muy fuerte que puso en riesgo mi vida. A esa edad, estuve quince o veinte días en coma.

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¿A los quince días?

Sí. Así que eso originó la necesidad de reconstruir. Tengo siete operaciones, desde el mes de vida hasta los 14 años. Creo que eso debe haber tenido mucho que ver en la inmersión de lo médico.

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Una experiencia muy personal con el sufrimiento pero, también, con la reparación.

Totalmente. De las tres últimas operaciones me acuerdo.

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¿Aparecía el miedo a la muerte?

No. Nunca tuve el miedo a morir. Apareció un sentimiento de desafío porque eran cosas muy visibles. ¿Viste que, en el colegio, los chicos pueden ser crueles con las cicatrices y eso? Yo no sufrí nada que me diferenciara, lo sentía así y agradezco a los excelentes médicos que me trataron. Luego, me generó un desafío en el periodísmo, sobre todo con la televisión. Yo lo cuento para estimular a otros. Me llamaron para hacer algo de medicina en el ‘94, fui y lo hice. Estaba para firmar el contrato en Cablevisión. Un gerente me llamó y me dijo: “No va a poder trabajar jamás en televisión con esas cicatrices, así que ese contrato no se va a firmar nunca ”.

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Qué omnipotente: nunca va a poder.

“Olvídese Nelson”. ¡Me acuerdo! Le dije: “Despreocúpese, va a ver que puedo. Mi capital es lo que yo piense y diga, no mi cara”. El destino a veces tiene paradojas: al año siguiente fue quien me llamó para hacer el programa político. Me pidió disculpas y, obviamente, se las di porque cualquiera se puede equivocar.

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Hubo toda una sana defensa en vos, no planeada, que tal vez tendrá que ver con la relación con tus padres.

Sí, yo eso lo agradezco mucho a mi mamá y a mi papá. Son personas muy sencillas. Mi papá es carpintero y mi mamá, ama de casa. Le agradezco mucho al colegio. Yo participaba plenamente de todo.

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Si uno se acepta y se amiga con el que es, entonces uno se quiere. Y no sólo eso: además, uno se gusta. Pero cuando uno se gusta, pasa otra cosa: también le gusta al otro.

Sí. Por supuesto que en la vida publica y a veces en la confrontación, el tema de la cicatriz da origen para alguna burla. Agradezco mucho que lo pude superar.

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Una agresión estúpida y banal que, más que herir, enaltece.

Por supuesto. Por eso estas cosas las tomo y las cuento para transmitir al otro la voluntad de animarse. Esto de poder y superar es algo de lo que puedo hablar habiéndolo vivido.

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Tenés una relación muy estrecha con tus padres.

Muy buena. Me estimularon. Tuve una enseñanza muy libre. Siempre confiaron y me dejaron hacer. Lo valoro mucho. Tuvieron una actitud de no decir “pobre pibe, le pasó esto”; decían “andá y disfrutá la vida”. Tuvieron eso de exponerme a todas las cosas. No hubo una actitud sobreprotectora.

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¿Hubo muchos momentos difíciles?

Sí, hubo y estoy feliz de eso. Los habrá también. Estoy feliz de haberlos comprendido con mis convicciones y de haberlos podido superar. Eso me da fuerza interior. Me gusta transmitirlo a los jóvenes, aunque es difícil porque vos lo transmitís pero también hace falta la experiencia.

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¿Sentís que tenés alumnos?

Me siento con la obligación de transmitir lo que me transmitieron. No sólo lo técnico, sino lo que me enseñaron en concepto de vida, en formas de vida.

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Utilizás mucho la palabra “verdad” en tu trabajo. Como una premisa que querés que quede clara no sólo entre el interlocutor y vos, sino también con el que está escuchando.

Sí, correcto. Con esa idea yo trabajo, con ese concepto de verdad. Con la aproximación franca al tema, que después puede ser discutible o no, pero la actitud de expresar : “Acá lo que hay que preguntar es esto, esto y esto”. Es decir, no me puedo hacer el distraído y no preguntar sobre algún tema.

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Hay como una simultaneidad de representaciones que me surgen tuyas. Por un lado, un hombre sociable, contactado y accesible; por el otro, uno mucho más personal, en singular, como solitario.

Sí, disfruto mucho de mis momentos.

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Tuyos y de nadie más.

Tengo una vida de exposición, pero no me ves en la vida social intensa. Para mí, es muy importante mi vida personal. No lo digo en términos egoístas.La preservo intencionalmente. No porque tenga algo que ocultar, sino que me da la tranquilidad de decir: “Tengo este espacio y es mío”. Entonces voy a tomar clases de piano, voy a hacer esto y lo otro. Lo valoro.

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¿Te hacés muchas preguntas de vos mismo? ¿Te indagás desde una ajenidad que te permita mirarte de otro modo al convencional?

Una cosa que me está pasando con el programa de televisión de TN es que a la gente lo que más le sorprende es verme reír. El juego limpio no es un programa para reírse. Si me vieran allí riéndome, dirían “¡qué le pasa!”. Se dio la oportunidad de estar en un programa y hacer algo por lo que digan: “Ah, mirá, se ríe y habla de fútbol, juega”. Soy una persona.

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El programa de la tevé está disolviendo un estereotipo, ¿no?

Soy muy agradecido de la vida porque soy el que quise ser. Por lo tanto, no me exige ningún esfuerzo decir “acá tengo que decir tal cosa”. Eso me simplifica la vida. El otro elemento es decir que quiero ser como soy.

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Decís “soy lo que soy”, pero hay una frase más fuerte: “Soy el que quiero ser”.

No tengo cuestionamientos. Pueden decir  me gusta o no me gusta, pero un  aspecto que tengo claro y que no sacrifiqué es el del deber ser por el qué quiero ser. Estoy convencido de los valores, eso me quitó muchas tensiones. Cuando tenés que vivir en pos del estereotipo, se te genera una problemática enorme que te cuestiona, porque empezás a resignar cosas de tu auténtico ser.

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¿Hubo pérdidas fuertes en tu vida?

No. Afortunadamente viven mi mamá, mi papá, mi hermano Daniel, con quien tengo una gran relación, y mi familia.

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¿Otras pérdidas importantes?

No. Tuve proyectos y se cumplieron.

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¿Frustraciones?

No. Momentos duros, sí. Los momentos de adversidad fueron muy importantes en mi vida, me generaron nuevos desafíos y me orientaron por el camino. Por eso, cuando los veo retrospectivamente, pienso: “Este es el camino por el que quería caminar”.

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La tuya parece una historia en la que hubo que ganarle a la adversidad, desde los quince días. Me da la sensación de algo así: “Me hicieron nacer y, después de los quince días, volví a nacer y yo intervine mucho para que así fuera”.

Seguro, fue así. Para mis padres fue una lucha. Tenían pocos recursos económicos así que tuvieron que lucharla dramáticamente. El sentimiento de lucha está profundamente en mí.

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¿Estás contento con tu vida y con el amor?

Sí. Yo estoy soltero, no llegó en mi vida la pareja.

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¿Soltero voluntario y disponible?

Por supuesto.

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No lo vivís como una falta que tenés que llenar.

No, se lo dejo a la vida. Hay gente que no puede vivir así y demás. Siempre lo comento porque da origen a la fantasía de la gente, de lo público, un montón de fantasía. Durante mucho tiempo, sobre todo en la época de Carlos Menem, en un intento por desacreditar, hubo quien creía que yo era un homosexual. Por motivos de rumores de pasillos, redes sociales y demás. ¿Qué problema habría? Eso forma parte de la vida pública.

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Lástima que, a veces, la luz es usada para distorsionar.

Por eso hablo de la tranquilidad que me da decir que soy esto que ves.

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Vos sos una persona generosa. Tenés una dedicación atenta a escuchar y  a dar existencia al otro. También sabés pedir.

Te lo agradezco. Para mí es importante, a mí me gusta mucho dar. Me va bien en la vida, entonces me surge la posibilidad de dar y lo hago con alegría. Hay otra cosa que le agradezco a la vida y es que no soy víctima de la envidia, no soy prisionero de eso ni del rencor.

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Tenés una gran pasión que es la música. Estás estudiando para director de orquesta.

Fui concertista de guitarra. Y ahora tomo clases de dirección de orquesta. Forma parte de un hobby que me da pasión. Es una disciplina de una gran abstracción. En tu mente está ese rol y tenés que representar lo que va a sonar. El director de orquesta tiene un componente sociológico, la orquesta sinfónica tiene una estructura sociológica fenomenal: cien personas que deben reunirse en pos de un objetivo que es hacer sonar algo y deben superar con ese objetivo sus problemas.

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¿Has sido amenazado?

Algunas veces.

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¿Qué te pasa con el miedo?

No tengo miedo, pero respeto mucho el miedo de los que lo tienen.

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Tal vez no sea sólo respetar, sino que lo comprendés de un modo que es acompañar al otro.

Tenés razon. Yo recibí intimidaciones y las pude enfrentar. Salvo una que se hizo pública contra mi voluntad. No sentí la necesidad de ventilarlas.

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¿Han intentado corromperte?

Sí, dos o tres veces.

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¿Te sorprendió?

No, no me sorprendió. La política, en la Argentina, tiene un índice de corrupción altísimo. Por supuesto que hay políticos honestos. Hay una idea de que no sólo la corrupción en la política está, sino que es natural que esté. Eso me alarma. En algunos países, la corrupción existe y hay un concepto de que es mala, inaceptable y, en cuanto se identifica, se sanciona. En la Argentina, no. Es grave y es un problema que refleja un mal social, porque la dirigencia argentina sale de la sociedad argentina.

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¿Te gusta ser protagonista de esta época o hubieras preferido otra?

Me gusta esta época. Todas tienen algo. La condición humana ha estado presente en todas las épocas y lo que estamos viviendo son los emergentes de una condición humana. Hoy la vida tiene un nivel de exhibicionismo muy grande, donde nada se oculta.

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Es complejo porque si nada se oculta, no hay secreto.

Hoy estamos viviendo en una sociedad así. La del Facebook.

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En el contexto de una sociedad de este tipo,  vos tenés preocupaciones que llevás a la práctica a través de tu trabajo asistencial.

A veces te quieren pintar acciones así  como sobrehumanas y no es cierto. San Martín no era sobrehumano, tenía un montón de defectos humanos. Tuvo una amante, un matrimonio inexistente y mirá lo que hizo. ¡Pero era humano! Fue un mal político, pero mirá lo que generó.

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Habría que discutir con lucidez la diferencia entre tolerancia y complicidad. ¿Cuál es un gran sueño tuyo? Algo que te gustaría concretar.

Hay uno que es un sueño que tenemos con la música. La música es un elemento integrador y hay muchos proyectos en ese sentido. Nos gustaría hacer un pequeño aporte con la creación de una orquesta sinfónica juvenil, que pudiera ser un instrumento más para ayudar a chicos de lugares carenciados. Es una idea en la que estamos trabajando y que me gustaría mucho concretar. Exige esfuerzos. Es el proyecto al cual le vamos a poner la libido para dejar cosas que sirvan cuando uno no esté, para que sigan estando y signifiquen cosas para la gente.

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Gracias, Nelson.

A vos, José. Valió la pena.

Fuente:Clarín



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