CIENCIA
5 de septiembre de 2021
Los casos de demencia mejorarían con el estímulo en una hormona
La irisina, al ayudar a crear grasa marrón, estimula nuestro metabolismo.
La irisina, que se genera por los músculos durante el entrenamiento, puede entrar en el cerebro y mejorar la cognición, según sugiere un estudio hecho ratones
NUEVA YORK.– Un nuevo e interesante estudio muestra cómo el ejercicio puede potenciar la salud del cerebro. El ensayo, realizado en ratones, descubrió que una hormona producida por los músculos durante el ejercicio puede pasarse al cerebro y mejorar la salud y la función de las neuronas, con lo que beneficia el pensamiento y la memoria tanto en animales sanos como en los que padecen una versión roedora de la enfermedad de Alzheimer. Investigaciones anteriores han mostrado que las personas también producen esa hormona durante el ejercicio y, en conjunto, los hallazgos sugieren que movernos podría alterar el curso de la pérdida de memoria al envejecer o padecer demencia.
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Ya contamos con suficiente evidencia de que el ejercicio es bueno para el cerebro. Investigaciones tanto en personas como en animales muestran que la actividad física estimula la creación de neuronas nuevas en el centro de memoria del cerebro y luego ayuda a esas nuevas células a sobrevivir, madurar e integrarse a la red neuronal, donde pueden ser de ayuda para pensar y recordar. Los estudios epidemiológicos a gran escala también indican que las personas activas tienden a ser mucho menos propensas a desarrollar Alzheimer y otras formas de demencia que las personas más sedentarias.
¿Pero de qué manera hacer ejercicio afecta los funcionamientos internos de nuestro cerebro a nivel molecular? Los científicos han especulado que quizá la actividad física modifica de manera directa el ambiente bioquímico dentro del cerebro, sin que tengan que involucrarse los músculos. O, también, que los músculos y otros tejidos podrían liberar sustancias durante la actividad física que viajan al cerebro y ahí dan inicio a ciertos procesos, lo cual lleva a mejoras subsecuentes en la salud del cerebro. Pero en ese caso, las sustancias tendrían que poder pasar por la red de vasos sanguíneos que separa nuestro cerebro del resto del cuerpo y evita que sustancias ajenas pasen al encéfalo.
Hormona
Hace una década, esas enmarañadas cuestiones despertaron el interés de un nutrido grupo de científicos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard y de otras instituciones. En 2012, algunos de esos investigadores, dirigidos por Bruce M. Spiegelman, titular de la cátedra Stanley J. Korsmeyer de Biología Celular y Medicina del Instituto de Cáncer Dana-Farber y de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard, identificaron una hormona hasta entonces desconocida que se produce en los músculos de los roedores de laboratorio y de las personas durante el ejercicio y que luego se segrega en el torrente sanguíneo. A la nueva hormona la llamaron irisina, en honor a Iris, la diosa mensajera de la mitología griega.
Al seguir el trayecto de la irisina por la sangre, descubrieron que esta a menudo se dirigía al tejido graso, donde era absorbida por las células adiposas, desencadenando una cascada de reacciones bioquímicas que contribuían a convertir la grasa blanca ordinaria a un color marrón. Esta es mucho más activa desde el punto de vista metabólico que la blanca (que es mucho más común), es decir, quema un gran número de calorías. Por lo tanto, la irisina, al ayudar a crear grasa marrón, estimula nuestro metabolismo.
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