EDUCACION
16 de abril de 2017
¿Cómo aprender mejor? El dilema del siglo
Las últimas pruebas de evaluación nacional volvieron a mostrar el pobre desempeño de los alumnos argentinos. Qué podemos hacer para rescatar a un sistema educativo en agonía. La palabra de los expertos.
Podría decirse que el "dilema del siglo" –no sólo en la Argentina- es cómo mejorar un sistema educativo en agonía. O cómo remozar la vieja escuela para que deje de escupir fracasos o de producir sobrevivientes de una estructura en decadencia.
Las pruebas Aprender 2016 volvieron a reflejar el paupérrimo desempeño académico de los alumnos argentinos. Y a pesar de que cada vez parece sorprender menos, la sociedad se escandaliza más.
Es cierto que las declamaciones de espanto poco suman. Pero si lo miramos desde la mitad medio llena del vaso, podrían ser un puntapié para empezar a pensar de manera colectiva por qué estamos donde estamos y qué podríamos hacer para lograr mejores estándares de calidad.
Es una verdad de perogrullo decir que la educación no es sólo didáctica sino que intervienen un sinnúmero de factores que van desde la burocracia hasta la capacitación pasando por el ausentismo, la infraestructura, los problemas de convivencia, los contextos socioeconómicos, la soledad, la currícula, las condiciones de trabajo y la motivación en un mundo en permanente cambio.
En otras palabras, las políticas funcionan bajo ciertas condiciones de implementación y, por ende, es imposible aplicarlas sin observar el contexto. De cualquier modo, nos concentraremos en pensar qué estrategias deberíamos aplicar para mejorar el redimiento escolar.
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Sobran ideas
En la última reunión del Consejo Argentina 2030, una usina de pensamiento en la que participan intelectuales, los expertos aseguraron que ideas son las que sobran. El problema es que no sabemos aplicarlas a gran escala.
Para Melina Furman, doctora en Educación e investigadora del Conicet, para acercarnos a la cuestión es necesario responder dos preguntas. Por un lado, "qué" se enseña hoy en la secundaria y en qué medida eso sirve o no para la vida. Y, por otro, "cómo" se enseña.
"Todavía lo hacemos de manera enciclopedista: se enuncian datos, hechos y los chicos repiten sin entender en profundidad. Sabemos todas las partes del sistema digestivo pero no cómo funciona, qué pasa si algo anda mal y por qué”, plantea Furman.
Hoy, grafica Furman (¿exagera?), un chico seguramente no tiene bien claro si una célula es más grande que una cucaracha o más pequeña que un átomo. "El gran dilema es que sabemos qué es lo que hay que hacer, pero lo que no sabemos es llevarlo en escala a la realidad. El gran desafío es ver por dónde arrancamos", plantea.
Los expertos coinciden en que es necesario fortalecer a los docentes en la práctica concreta y trabajar con la meta cognición; es decir, ayudar a los chicos a que sean conscientes de lo que están aprendiendo, de lo que les cuesta y de cómo llegar a conclusiones válidas. Ayudarlos a hacer visible su pensamiento.
"En Ciencias Naturales hay un enfoque por indagación, que implica poner al alumno en rol de investigador, que se haga preguntas, que pueda sacar conclusiones. Estudios de los últimos 20 años en el mundo, que miden el impacto de ese enfoque, revelan que es más efectivo que la enseñanza tradicional", sostiene Furman.
En el mundo, hay iniciativas ambiciosas de escuelas que refundan el formato y que trabajan "por proyectos", que obliga a los alumnos a participar en un amplio proceso de investigación para responder a preguntas complejas.
Se registran casos exitosos en España, el Reino Unido y en Finlandia, donde los estudiantes obtienen, en las pruebas estandarizadas nacionales, mejores resultados que quienes asisten a una escuela común.
Lengua: la madre de todo
"Es necesario que, en las aulas, los estudiantes experimenten el deseo de leer y de escribir. Para eso es preciso que escriban para ser leídos por sus compañeros y por otras personas, no sólo por el profesor. Es mucho más motivador comunicar a otros", remarca Bibiana Amador, doctora en Ciencias del Lenguaje (Universidad Nacional de Córdoba), para quien la secundaria requiere transformaciones congruentes con los cambios sociales y culturales. En este sentido, propone, hay que comprender la subjetividad de los adolescentes o, lo que es lo mismo, ponerse en sus zapatos.
Entonces, sugiere, es prioritario considerar a la lengua en su dimensión social, y no como algo ajeno a los intereses y a la vida cotidiana de los chicos. Y no debe ser un cúmulo de contenidos separados. "Es valioso enseñar la lengua en términos de procesos", propone.
Los dos procesos básicos, dice, son la comprensión y la producción de textos ya que integran los demás conocimientos de la lengua, incluidos los gramaticales.
"Podemos desarrollar estrategias didácticas que nos permitan escribir de modo grupal, experimentando la escritura en proceso, o bien producir textos breves, atendiendo las estrategias de planificación, redacción, revisión y reescritura.
Una práctica bastante común es que el docente de lengua dé la definición de un tipo de texto, describa su estructura y luego pida a los alumnos que 'en su casa' escriban un ejemplo de ese tipo de texto, muchas veces, incluso, sin haber explorado previamente algunos modelos. En este caso, subyace una idea de escritura de textos como una actividad automática, que resulta poco motivadora", refiere.
En ese sentido, una práctica más estimulante es que, a partir de una consigna, los alumnos planifiquen en el aula un texto grupal y lo vayan dictando al profesor, quien opera como coordinador y, al mismo tiempo, escribe en una computadora el texto que los alumnos van produciendo, mientras lo proyecta con un cañón.
"La idea de la proyección permite que el texto se vea como una construcción conjunta en proceso y, al mismo tiempo, que se enfoque como un objeto que entre todos pueden revisar a partir de decisiones explícitas, basadas en reflexiones sobre la lengua", sostiene Amado.
Para María Fernanda Freytes, magister en Lingüística Aplicada a la Enseñanza de la Lengua y profesora en escuelas públicas durante 20 años, es necesario ensayar estrategias de interacción entre docentes y alumnos ya que es frecuente encontrar "patrones" que difieren entre el hogar y la escuela. Y, luego, lograr la adquisición de la lengua escrita, a partir del afianzamiento y la automatización de las relaciones fonema-grafema.
El lenguaje, coincide, es la matriz de todos los conocimientos. La que sigue es la propuesta de Freytes para el cambio:
-Situar al docente, en tanto lector y escritor experto, como figura modelo de los procesos de comprensión y producción textual.
-Reconocer la importancia de la motivación para escribir textos.
-Proponer escritos que movilicen a los alumnos y los inciten a comprometerse con la vida social y comunitaria a través del lenguaje. Por ejemplo: producir folletos de concientización sobre alguna problemática y divulgarlos en las redes.
-Incorporar las nuevas tecnologías a los procesos de producción textual. Usar, incluso, el celular.
–Desarrollar sistemáticamente el vocabulario a partir del trabajo deductivo conjunto.
–Hacer un uso significativo del diccionario (no buscar una lista de palabras aisladas y copiar cualquier acepción, sino la que corresponde al contexto de uso).
–Desarrollar la conciencia ortográfica. Trabajar la oralidad.
–Convocar a los docentes de todas las áreas a trabajar con el lenguaje, cada uno desde las particularidades de su disciplina.
Matemática: ¿un "cuco"?
La Matemática se lleva las peores notas en todo tipo de evaluación. ¿Qué dicen los expertos?
Antes que nada, Dilma Fregona, doctora en Didáctica de la Matemática por la Universidad de Bordeaux y profesora consulta de la UNC, y Cristina Esteley, profesora en la Facultad de Matemática, Astronomía y Física (Famaf-UNC) y parte de un equipo internacional que trabaja de manera colaborativa con profesores que enseñan Matemática, ponen en duda si los resultados de las pruebas Aprender están midiendo lo que dicen medir.
"Al menos nosotros no hemos tenido acceso a los estudios de tales instrumentos que den cuenta de su validez (¿miden lo que dicen que mide?) y su confiabilidad (¿miden bien lo que dicen que miden?). Nos quedan esas preguntas sin respuesta", plantean las expertas.
Naturalmente, más allá de los instrumentos, las falencias en el aprendizaje de la Matemática son innegables. Pero las especialistas sugieren mirar el conjunto y no sólo una parte del problema.
"Centrar la mirada en 'la calidad pedagógica en los niveles más altos de la enseñanza escolar' parece atribuir particularmente a esos años las mayores debilidades. Es semejante a cuando un niño hace una torre apilando cubos; en un momento, la torre se cae y el niño atribuye a los últimos cubos la pérdida de estabilidad. También, en los mismos medios gráficos se reconoce que cierto porcentaje de alumnos del nivel secundario 'no maneja las cuatro operaciones que traemos incorporadas desde la escuela primaria'. ¿Son entonces los últimos cubos los que provocan la caída de la torre?", se preguntan.
Fregona y Esteley opinan que la circulación de los conocimientos matemáticos es una responsabilidad social. "Hace falta invertir en educación, en salarios docentes e infraestructura y también en investigación. Tal vez el resultado de no poder hacer una cuenta de tamaño razonable, en el nivel secundario, se deba a que está instalada la duda: ¿hace falta enseñar un algoritmo de cálculo teniendo acceso a una calculadora? Esas, y otras oscilaciones, son objeto de discusión en comunidades de investigación y también de enseñanza. Los problemas de aprendizaje no se resuelven al interior de un aula o de una institución, aunque puede haber experiencias exitosas en escalas pequeñas", agregan.
Las investigadoras aseguran que el problema "es político". "Tendencias actuales proponen un trabajo en colaboración con los docentes (y no sobre los docentes) que genere saberes comunicables y que favorezca el estudio de condiciones para la difusión de saberes matemáticos, particularmente en las escuelas. Tal vez por esto, es que creemos que los datos y los instrumentos deben ser analizados con cuidado o precaución. Es necesario que datos e instrumentos válidos y confiables nos ayuden a ver cómo estamos para avanzar en búsqueda de aportes", plantean.
En este punto, consideran que un camino posible es generar encuentros y discusiones entre investigadores y profesores para reflexionar sobre el sentido de las actividades de producción matemática en las escuelas.
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