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EDUCACION

21 de julio de 2017

¿Por que los adolescentes abandonan los estudios?

El desinterés por estudiar continúa siendo el principal motivo por el cual los adolescentes interrumpen sus estudios.

Durante la última década se intensificó el proceso de expansión de la escolarización de niños y adolescentes. A la vez, aumentó el peso de los sectores medios y altos entre quienes se encuentran fuera del sistema educativo.

Cuando la privación económica no es la causa directa de la ruptura del vínculo con la escuela ¿cómo entender el desencuentro entre los adolescentes y el sistema educativo?

En el inicio de la adolescencia cambia la estructura de los motivos por los cuales los adolescentes se alejan de la escuela. Las dificultades económicas, la discapacidad, y los problemas de oferta van perdiendo centralidad, mientras que el desinterés o desaliento por la actividad escolar cobra una importancia cada vez mayor a tal punto que se ubica en primer lugar. Ya entrada la adolescencia, el desinterés por el estudio mantiene su relevancia y se observa que el trabajo incrementa su peso relativo como causa asociada a la interrupción de los estudios. Paralelamente, las actividades relacionadas con la maternidad y paternidad y la reproducción de la vida doméstica (embarazo, tareas del hogar, cuidado de niños y ancianos) comienzan a aparecer como causa asociada a la deserción.En efecto, la proporción de adolescentes a los que su condición de desescolarizados se la relaciona con el trabajo duplica su peso relativo hasta alcanzar el 18%, mientras que la maternidad, la paternidad y las tareas domésticas, que en la niñez no aparecían, son mencionadas por el 6% de los encuestados. Al finalizar la adolescencia, se intensifica la relación entre las tareas relacionadas con la domesticidad y la deserción hasta alcanzar el 10% de los casos, a la par que el trabajo pasa a ser mencionado por el 20% de los adolescentes o sus familias como el principal motivo de abandono escolar. Aun así, el desinterés por estudiar continúa siendo el principal motivo por el cual los adolescentes interrumpen sus estudios.

Desde la perspectiva del sistema educativo, la edad se relaciona con la graduación y pasaje entre niveles. Al segmentar a los niños y adolescentes según el nivel educativo alcanzado al momento de abandonar la escuela se observa que las dificultades económicas pierden relevancia entre quienes interrumpieron sus estudios durante el transcurso del nivel medio, respecto a quienes interrumpieron sus estudios antes o una vez terminado el nivel primario, a la vez que la domesticidad duplica su peso relativo y el desinterés por el estudio reafirma con fuerza su centralidad.

Llegado este punto cabe reflexionar sobre el sentido que los adolescentes y sus familias dan a la escuela cuando afirman que no están interesados en continuar estudiando y fundamentalmente, sobre las implicancias que esta afirmación conlleva para el sistema educativo. En principio, es evidente que expresa un desencuentro. 

Esto sucede siempre que un niño o adolescente no concurre a la escuela. Sin embargo, cuando las privaciones económicas o el déficit en la oferta de servicios educativos explican la desescolarización se está frente a un obstáculo que se interpone entre la voluntad de las dos partes implicadas en la escolarización: adolescentes y escuela. Por el contrario, el “desinterés” supone que el encuentro entre adolescentes y escuela no se produce porque una de las partes –los adolescentes y también sus familias- no se apropia de la promesa que ofrece estudiar. 

La escuela para los adolescentes que declaran no estar interesados en seguir estudiando no constituye una opción al momento de estructurar el presente, o más aún, no es percibido como un recurso para proyectarse a futuro; el desinterés es otra forma de expresar “la escuela (esa escuela) no es para mi”.

La escuela no representa a este grupo de adolescentes, es ajena. Desde esta perspectiva, el desinterés por el estudio dialoga con otros motivos asociados a la deserción: la reproducción de la vida doméstica, la posibilidad de conformar una nueva familia y la participación del mundo del trabajo. Innumerable cantidad de adolescentes trabajan a la par que estudian e incluso son madres y padres durante el transcurso de su escolarización básica y aun así, continúan estudiando. 

Pero hay otro grupo que señala que el trabajo, las tareas domésticas, el cuidado de ancianos o niños pequeños y la maternidad son actividades propias –en alguna medida inevitables- mientras que el estudio, no lo es. Y no todos son pobres. Sumado al aumento de la participación de los sectores medios entre la población desescolarizada ya mencionado, se subraya que al finalizar la década, y en los seis países en los cuales enfoca este informe, el 30% de quienes no concurren a la escuela proviene de los hogares mejor posicionados en la distribución de ingresos. 

En efecto, el 38% de los adolescentes que mencionan al trabajo como causa del abandono escolar, el 29% de quienes mencionan a las tareas vinculadas con la domesticidad y el 31% de los adolescentes que declaran no estar interesados en continuar estudiando, vive en hogares que en principio no son los más pobres de sus países. A la vez, en un contexto en que la opción por la educación básica gratuita está extendida en la región, queda en evidencia que hay más razones que las privaciones estrictamente económicas involucradas en el abandono escolar. 

¿Por qué la participación en el mercado laboral y la domesticidad no pueden convivir con la finalización de la escuela media? ¿Por qué estos cursos de vida no logran confluir? ¿Cuál es el “interés” de estos adolescentes por el estudio? Dicho esto, puede pensarse que el desinterés, el trabajo y la domesticidad –cerca del 70% de los motivos por los cuales los adolescentes y sus familias de entre 16 y 17 años asocian con el abandono escolar- son momentos diferentes en el proceso gradual de ruptura del lazo de los adolescentes con la escuela. 

Cabe suponer que en muchos casos la maternidad y el trabajo son hitos en trayectorias escolares previamente debilitadas y que estos eventos aceleran una decisión que en gran medida, los actores implicados (escuela, familia y adolescentes) suponían inevitable. De este modo se llena de contenido y de alguna forma se legitima la sensación de que la escuela “no es para mi”. Otro grupo –muchos de ellos muy probablemente también trabajen o sean padres y madres y se dediquen a los quehaceres domésticos o lisa y llanamente conformen el denostado colectivo de quienes “no estudian ni trabajan”- declaran abiertamente y con cierto desprecio que la escuela no forma parte de sus opciones de vida. Esta perspectiva interpela directamente al sistema educativo y en particular a las estrategias orientadas a garantizar que todos los niños y adolescentes terminen al menos el nivel medio. 

Frente a este desafío, se torna imprescindible el desarrollo de una propuesta educativa sensible a la realidad de todos los adolescentes a través de la cual instalar a la educación media como una opción valiosa para su presente y fundamentalmente para el desarrollo de sus proyectos de vida. 



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