GENTE
3 de octubre de 2017
¿Quièn fue Edgardo Antoñana?
Conduciò uno de los noticieros más vistos del canal y su estilo "enojón" ya es una tradición de los fines de semana. Qué hay detrás del personaje que llegó a trabajar con la diva máxima de la TV y llora cuando ve un animal abandonado.
Algunos podrán no saber su nombre y apellido, pero por la cara lo reconocen. Edgardo Antoñana, así se llama, conduce el noticiero matutino de los fines de semana de TNjunto a Dominique Metzger, y con su estilo cascarrabias - que lo lleva a pronunciar improvisadas y enérgicas editoriales sobre los temas más diversos-, lidera el rating en su franja. Pero el periodista está muy lejos de ser el Grinch de las noticias. Detrás de la cáscara, Antoñana esconde un carácter apasionado, sensible, solidario...y también, es cierto, algo irascible.
Antoñana no quiere revelar su edad (¡es muy coqueto!), pero su larga lista de aventuras - en el periodismo, pero también en los ámbitos más insólitos, como la agricultura y el polo-, lo delatan. Nació en Neuquén, en una pequeña ciudad llamada Plaza Huincul, en medio de la meseta patagónica (una zona tan desértica que dice que conoció el paraguas recién en Buenos Aires). En Plaza Huincul, según cuenta, es el lugar donde se originaron los piquetes. Por eso, sin temor a represalias, la define como "la capital del desaliento". Estudió locución en Buenos Aires y en medio de la dictadura decidió irse al Viejo Continente a probar suerte. Ese era, en realidad, uno de los sueños de sus padres, que murieron cuando él era chico.
Sobre ellos tampoco quiere explayarse, pero sí les adjudica una gran parte de su amor por los animales. Antoñana es rescatista de perros y mantiene un refugio en su casa de la Costa Atlánica donde alberga a varios animales abandonados, con la ayuda de algunos canjes y su propia voluntad, ya que maneja todo a la distancia la mayor parte del tiempo. El tema lo emociona hasta las lágrimas y hasta dice que debería haber sido "el hijo de Darwin".
El periodista no está casado, no cree en el matrimonio, pero vive en pareja hace ya un tiempo. Años atrás, reconoce que fue "un seductor" y hasta dejó huellas en Europa,donde logró vivir varios años, algunos haciendo changas y otros como periodista de la BBC de Londres. No tiene hijos -su mujer sí, y los crió junto a ella- y esa es una de sus asignaturas pendientes.
En el último tiempo, Antoñana entró a la casa de los argentinos a través de la pantalla de TN y para muchos, él y Dominique son el ingrediente infaltable de los desayunos de los sábados y domingos. Su dupla con la periodista es "el engranaje perfecto", dice, y la gente en la calle hasta le pregunta si son amantes, si se odian, si alguna vez estuvieron en pareja. Y la gran incógnita: ¿es realmente así de cabrón?
¿Cómo empezó tu carrera en el periodismo?
Estudié la primaria y secundaria en Plaza Huincul, un pueblo que pasó cosas muy dramáticas. Ahí nacieron los piquetes. Yo desde lejos vi un pueblo de cierto progresismo, por el desarrollo con YPF, que pasó a la decadencia, al abandono, la postergación. Mi pueblo es la capital del desaliento, pero nunca lo negué. Terminé la secundaria, me fui a Neuquén y después de dos o tres años decidí venirme a Buenos Aires y acá empecé a estudiar locución, pero tenía que trabajar porque no tenía condiciones económicas muy sólidas. Primero empecé en la revista GENTE. Pero tenía algunos sueños que tenía que ver con los sueños que mis viejos no habían concretado. Uno a veces quiere reivindicar los sueños de sus padres.
¿Cuál era ese gran sueño?
Trabajar en Europa. Aproveché un retiro voluntario en GENTE y con eso me pagué el pasaje y me fui a vivir a Italia. Deambulé hasta que se me terminó la plata y me pasó lo que le pasa a mucha gente, pero no lo dice. Es que el argentino tiene una costumbre, contar las ganadas, las perdidas que las cuente el que les ganó. Yo quería llegar a la BBC de Londres. Primero fui a Suiza y ahí trabajé con cosas vinculadas a la agricultura, recolección de frutas y eso. Era para sobrevivir. Después me contacté con gente vinculada al polo. Yo no tenía condición social para jugar al polo, pero sabía algo de caballos porque nací en el campo. Llegué a Inglaterra como un furtivo, porque era acompañante de un equipo de polo. En realidad me quería ir a vivir a Londres y trabajar de algo para estudiar inglés. Después de hacer trabajos varios me presenté en la BBC de Londres, dije que era periodista de Argentina y entonces empecé a trabajar en el Servicio Latinoamericano de la BBC. Leía una noticia por día y hacía entrevistas a las embajadas.
Entonces viviste en Londres y como periodista en una época tremenda para la Argentina e Inglaterra; la guerra de Malvinas.
Sí. Una mañana de un día cualquiera me levanté y tomé el subterráneo. Vi que la gente festejaba cosas y espié de reojo que un diario decía 'The Falkland Islands invaded'. ¿Falkland? Esa palabra me sonaba. Me bajé del subte porque me agarró una especie de terror. Pensé: "La Argentina es un país tan cruel que te puede seguir hasta donde vos estás". Recuerdo que tomé un taxi y yo estaba leyendo un diario. El taxista me preguntó de dónde era, le dije que argentino. Frenó el auto y se dio vuelta y me miró. Estaba sorprendido porque no sabía ni qué éramos los argentinos. Lo de Malvinas fue una sorpresa para los ingleses y para los argentinos. Cuando me bajé, con su fina ironía inglesa me dijo: "Y usted qué piensa de vivir en un país libre y democrático como el mío". No le contesté nada, pero me di cuenta de que tenía razón.
¿Y qué otro recuerdo te marcó de esa época?
No me voy a olvidar nunca: cuando la Argentina volteó el HMS Sheffield yo entré a un pub británico y había un gran silencio porque para ellos que un país del tercer mundo les hundiera un barco era una tragedia. Recuerdo que pedí una cerveza y había unos tipos altos, grandes, con tatuajes, que me notaron el acento y uno de ellos me preguntó de dónde era. Le dije que era de Latinoamérica, sin especificaciones, por las dudas. Me preguntaron si conocía algún argentino y si les podía hacer un favor: "Si usted ve un argentino, le puede pedir disculpas de mi parte'", (se emociona). Resultó que eran de la Royal Navy. Me quebré y me fui.
¿Cuándo decidiste volver?
La democracia me empujó mucho a volver, soñábamos que con la democracia se comía, todas esas cosas que decía Alfonsín. Y después nos dimos cuenta de que no era tan así. La Argentina ya había entrado en un proceso regresivo educativo y cultural. Me he encontrado en la calle llorando solo por esto. Trabajé en Canal 9 y Canal 7 y pedí un año sin goce de sueldo y me volví a Europa. Pero cuando uno vuelve a un lugar después de mucho tiempo, uno no es el mismo ni el lugar es el mismo. Londres ya no era la que yo había visto. Yo no era el mismo. Entonces regresé y trabajé en ATC. Pero el tema de Malvinas me costó un puesto ahí. Entró una persona muy vinculada a la historia de Malvinas y me sacó como si yo hubiera sido un traidor a la Patria. Después fui productor periodístico de Susana Giménez durante dos años y medio en la época más importante de rating televisivo.
¿Cómo fue trabajar con Susana y cómo llegaste ahí?
Me llamó Luis Cella (histórico productor de Susana), yo era amigo de él y justo había perdido el puesto en Canal 7. No lo viví con plenitud, lo viví con cierto sufrimiento. Era un trabajo vinculado al mundo del espectáculo y yo no pertenezco. Ojo, no me gusta ser desagradecido con gente que me ayudó. Pero es un trabajo que no volvería a hacer. No soy de esos que en su vida harían exactamente lo mismo. Ahí no me sentía enriquecido profesionalmente, sentía cierta postergación.
¿Cómo era tu relación con Susana?
Teníamos una relación distante porque ella ponía distancia. Tenía todo el derecho porque la estrella era ella. Pero yo tenía diferencias conceptuales. Algunas cosas me da pudor decirlas, pero por ejemplo, le preparé 85 preguntas a Susana para que le hiciera a Anthony Quinn y ella le hizo una sola. Me parecía que mi trabajo no daba frutos. Yo tenía una tendencia a buscar mayor profundidad pero el esquema del programa era más banal. Hubiera preferido un trato más cercano entre el productor periodístico y la estrella. Pero ella no tenía empatía conmigo y yo me daba cuenta.
¿Y por qué dejaste de trabajar con ella?
Después del tema Grassi (cuando la diva le hizo la famosa pregunta del "Sheraton"), Susana decidió demoler a toda su producción. ¿Por qué? Porque las estrellas nunca se equivocan. Siempre hay que cortar el hilo por las partes más finas. Yo jamás quise la entrevista a Grassi. La hizo Jorge Rodríguez por pedido de ella. De un día para el otro el rating bajó 7 puntos y nunca más se pudo recuperar. Y cuando llegó fin de año caímos un montón. Yo duré dos años y pico pero te aseguro que hay tipos famosos, muy famosos de la Argentina que no puedo nombrar que duraron un mes y medio en la producción.
Edgardo Antoñana, 1996.
En TN hay veces que se te ve muy enojado, indignado por algunos temas. ¿Es un acting?
Todos en cierta medida hacemos un personaje. Cuando discuto con los muchachos de TN Deportivo por ejemplo, hago un personaje, porque yo voy poco a la cancha. Los periodistas tenemos que tener un 2 por ciento actoral, el resto sería cinismo. Pero hay cosas que me conmueven de las noticias. He llorado presentando notas en cámara y no tengo ningún tipo de capacidad actoral. Hay cosas que me indignan, como hay cosas que me producen alegría y satisfacción. Me encanta en cámara rescatar los valores, las cosas que se perdieron. No soy conflictivo, puedo calentarme pero se me pasa a los cinco minutos. Si me enojo con mi productora, al rato le doy un beso. Mis enojos tienen que ver con un compromiso, con temas que me importan.
¿Qué temas te indignan?
Me pone muy mal la injusticia, la mentira, la clase política que no ve la realidad. Los ventajeros, saqueadores de la política, la falta de justicia que hay en la Argentina, el maltrato a los animales, el abandono de la educación. En Brasil, Lula da Silva va preso por un departamento cuando acá hay fotos, videos, declaraciones y los "señores" todavía son candidatos. Esas cosas me producen una profunda indignación. Y cuando me meto en la hondura de los problemas sociales, me pregunto cuál es el destino de este país. Vamos a necesitar un gobierno de mucha consistencia en el plan para poder cambiar.
El fútbol es uno de los temas en los que se te ve más apasionado. En el pase con el Deportivo, por ejemplo, se han sacado varias chispas...
Tengo una visión del fútbol con una mirada más ética. Y ahí viene mi discrepancia, yo pongo racionalidad cuando todos le ponen pasión. Soy de Independiente pero no voy a la cancha hace muchos años, aunque de chico lloraba por el cuadro. Pero no creo que una persona pueda hablar de fútbol las 24 horas porque me parece una carencia cultural dramática. Incluso recuerdo que tenía un masajista que me hablaba de fútbol y cuando salía me dolían más los huesos que antes, porque me atornillaba la cabeza. Tengo la teoría de que un tipo de 40 años con la camiseta de Boca y la cabeza pelada tendría que ir a un psicólogo, porque esas cosas son para los adolescentes. No entiendo el fanatismo por el fútbol de la manera que se entiende acá. Yo me podría la camiseta de Racing, por qué no. ¿Qué tiene, sarna? Si Racing no existiría no tendríamos con quién confrontar. No existiría el clásico. En la Argentina se desprecia al otro y en muchos casos pasa una cosa dramática: la gente se alegra más por la derrota del otro que por los triunfos propios.
Dominique sabe manejarte en las situaciones tensas en vivo. ¿Cómo es la dupla?
Con Dominique entramos en un engranaje perfecto. Desde que empezó la dupla no puedo caminar en la calle sin que me paren. A ella le pasa lo mismo. Me preguntan si nos peleamos en serio, si somos amantes. Hay una empatía en el aire porque yo aprendí a saber cuáles son los fuertes de ella y viceversa. Me pasaron cosas increíbles, como que una mujer me dijo algo que me conmovió profundamente: 'Tengo un marido que es enfermo psiquiátrico, y en el único momento que se ríe son los sábados y domingos a la mañana'. Me puse a llorar cuando me lo dijo. La gente ya me conocía pero tengo la sensación de que la cosa con Dominique ha producido algo raro, una dupla que se retroalimenta. Pero es un equipo, uno no es uno solo.
Se te nota muy sensible también.
Sí. Yo tendría que haber sido un naturalista, el hijo de Darwin. Tengo una historia con los animales, el hecho de haber perdido a mis padres jóvenes hace que yo no tolere el abandono. No puedo ver a nadie que esté abandonado, el abandono de un niño, de un perro, de los necesitados, a mí me subleva. Si mañana se murieran todos los tigres, elefantes, hormigas, estaríamos solos, no nos podríamos conmover por nada. Hay perros que podrían educar a un niño abandonado mejor que una madre golpeadora porque enseñan valores, como la lealtad.
¿Hacés alguna tarea con los animales?
Sí. Los que rescato los tengo en mi casa en la Costa, va una persona a darles de comer todos los días. Están con una comida que conseguí en un canje, controles veterinarios, duermen en casitas. Yo los voy entregando a gente que veo que los trata con afectos.
¿Incursionarías en política?
Nunca se me pasó por la cabeza. A determinada edad de la vida la política es una manera de salvación. No lo siento. Incursionaría en un mundo al que no podés modificar, si no que lo más probable es que te modifiquen a vos. Eso sería terrible. No me resulta atractivo.
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