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EDUCACION

13 de noviembre de 2017

¿Las expectativas de los adultos perjudican el desarrollo emocional de los hijos?

Proyectar en los niños expectativas positivas, aceptándoles tal como son y ayudándoles a entender sus fracasos, puede resultar en una 'profecía autocumplida' que revierta en su crecimiento y desarrollo

a educación en valores, el desarrollo emocional, la empatía, el respeto por los demás y por el medioambiente... todos estos patrones educativos tienen en común un mismo objetivo: criar a niños felices que al mismo tiempo sean capaces de adaptase al mundo que les rodea, y que cambia a una velocidad de vértigo. Desde el avance de las nuevas tecnologías, que le han dado un vuelco a la manera en que entendemos el mundo y como interaccionamos con él, hasta los movimientos políticos que van dando forma al mundo, el mundo en el que vivimos hoy no es el mismo que hace dos generaciones, y eso también afecta a los distintos métodos de criar a los 'peques' para que sobrevivan en este entorno.

Cómo educamos, hablamos y tratamos a los más pequeños, y las expectativas que proyectamos sobre ellos, pueden determinar su comportamiento y personalidad. Formar personitas depende mucho de la influencia que tiene sobre su desarrollo las etiquetas que les adjudicamos. El conocido como 'efecto Pigmalión', según explica Roser de Tienda, doctora quiropráctica y experta en parto natural, lactancia y coaching maternal, no es un descubrimiento nuevo, aunque sí tiene mucho que ver con la manera en que se entiende la crianza en 2016.

La teoría: los niños van formando el concepto que tienen de sí mismos a partir de las valoraciones y expectativas que reciben de su entorno, y sobre todo de sus personas de referencia como padres, hermanos mayores y 'profes'.

"Muchos de estos niños crecerán respondiendo a esas expectativas, otros las romperán con rebeldía, pero lo que está claro es que es ahora cuando tenemos que apoyar a nuestros hijos con mayor inteligencia emocional, avanzando con los tiempos", explica Roser. Aprovechar esta oportunidad pasa por poner en marcha, entre otras cosas, métodos como la escucha activa, una manera de interactuar con los niños que les comunique, tanto con nuestras palabras como con nuestros gestos, que son escuchados de igual a igual, y que se les tiene en cuenta a la hora de contar con sus opiniones.

El término Pigmalión proviene del mito griego del mismo nombre, y relata la historia de Pigmalión, que se enamoró de Galatea, una estatua tallada por él mismo tan bella y tan perfecta que terminó por convertirse en mujer. En psicología y pedagogía, el efecto Pigmalión resume la creencia del poder que tienen ciertas personas importantes a la hora de influir en el rendimiento de otras. Manifestar positivamente nuestras altas expectativas puede terminar por convertirse en una 'profecía autocumplida' porque empuja a los más pequeños a valorarse más y saberse capaces de superar cualquier reto.

Por su propia definición, sin embargo, este efecto puede ser positivo o negativo: los 'peques', especialmente a edades tempranas, ven a los mayores como personas de referencia en su universo, un modelo a seguir que determina su conducta, la manera en que entienden el mundo y la forma en que se relacionan con él. Un efecto Pigmalión positivo provoca un aumento de la confianza y autoestima del niño, mientras que uno negativo puede tener el efecto contrario. Los niños adquieren un rol a partir de las personas mayores, que acaban asumiendo como propio.

Para que el efecto sea lo más positivo posible "hay que aceptar a los niños tal y como son y estimular sus capacidades innatas", explica Roser. "Cada niño es especial y hay que ayudarle a que desarrolle su máximo potencial. Esto no tiene que ver con lo que nosotros queremos, sino con ayudarles a conocer sus talentos y a que los desarrollen". Del mismo modo, es importante felicitarles por sus logros, para reforzar la confianza en sí mismos, y al mismo tiempo ser capaces de explicarles el porqué de sus fracasos, ya sean deportivos, escolares o sociales, intentando averiguar cuál es el origen de su fallo, felicitarles por haberlo intentado y ofrecerles nuestra ayuda, intentando transmitirles que con voluntad y dedicación pueden conseguir las metas que desean.

Otro aspecto primordial para conseguir que la infancia de los niños se desarrolle de una manera feliz espasar tiempo de calidad y cantidad con ellos. "Para fortalecer la confianza de los niños es importante que les dediquemos tiempo. Está muy de moda pasar tiempo de calidad en vez de cantidad, pero si puede ser cantidad y además de calidad, se establece una base de diálogo y de confianza con el adulto, que se mantendrá a lo largo del crecimiento y contribuirá a sobrellevar períodos más difíciles como la adolescencia". En resumen: intentar tener presente lo más posible que la infancia es el momento donde se forja la personalidad y el carácter de una persona, y que los padres y personas mayores tenemos un papel fundamental en ese proceso.



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