SALUD EMOCIONAL
21 de noviembre de 2017
El tan temido estrès ¿cómo aliviarnos ?
Con frecuencia experimentamos estrés y tensión nerviosa cuando nos enfrentamos a situaciones complicadas en el trabajo o en la familia. ¿Por qué es tan frecuente esta sensación de agotamiento mental?
El origen del estrés y su solución
Este tema nos ayudará a entender que nosotros mismos, por falta de conocimiento y sin tener la menor idea, nos aferrarnos a nuestros pensamientos y creencias, bloqueando inadvertidamente la mayor fuente de energía emocional que poseemos: la del corazón. Sin este recurso consumimos la poca fortaleza mental disponible. Quedamos estresados [la palabra estrés viene de “corto”. Por esto, el estrés se produce cuando quedamos “cortos” o con recursos insuficientes para que la mente opere, lo que produce tensión nerviosa] En ese estado de insuficiencia acudimos a energías sustitutas que sólo son temporales, inapropiadas y adictivas.
Preguntas que surgen respecto al estrés
¿Por qué experimentamos estrés y tensión nerviosa al pasar por eventos difíciles?
¿Qué podemos hacer para reducir los efectos del estrés y la tensión nerviosa?
¿Por qué experimentamos estrés y tensión nerviosa?
Por un mal entendido que se ha convertido en un mal hábito. ¿Cuál es éste? Desde pequeños llegamos a aceptar y creer que la mente es la única herramienta que tenemos para enfrentar la vida y sus inquietudes.
El estrés y agotamiento nervioso nos es causado por los eventos externos. Mas bien, al no usar las cualidades del corazón, analizamos las situaciones desde el intelecto, reteniendo con firmeza los pensamientos y creencias resultantes, experimentando así un desgaste emocional que resulta en estrés.
Aunque en el colegio nos enseñaron muchas habilidades que requieren de las capacidades mentales, nunca nadie nos explicó que para no sobrecargarla debíamos aprender a combinarla con las cualidades del corazón.
Este gran desconocimiento nos ha llevado a independizarnos del corazón, empleando excesivamente el intelecto para analizar y retener nuestras ideas sobre las situaciones complicadas, dándole vuelta a los pensamientos resultantes, lo que invariablemente agota la poca energía mental que disponemos. Sin entenderlo, nosotros al frenar y analizar una y otra vez las visualizaciones creadas en ausencia de las cualidades moderadoras del corazón, drenamos la reserva de energía emocional que la mente dispone para operar normalmente. Como consecuencia de este mal entendido y mal hábito, experimentamos estrés y agotamiento nervioso.
¿Pero no es la mente la herramienta apropiada para enfrentar los problemas?
La mente es un instrumento extraordinario. Sin el no podríamos funcionar. Pero quizás nunca se nos ocurrió que no fue diseñada para trabajar sola. Necesita de apoyo continuo para producir los resultados apropiados.
La mente es igual que los demás órganos
Tal como las manos requieren de la cooperación de los dedos, los dientes de la boca, así la mente requiere de la colaboración y sincronización del corazón para cumplir su cometido apropiadamente. Usar la mente por sí sola equivaldría a usar los músculos sin el soporte de los huesos. En su ausencia, los músculos no podrán entregarnos toda la fuerza necesaria para movernos adecuadamente.
La mente es como la cpu de un computador
De igual forma, sin el corazón, la mente no contará con la provisión de energía innata que necesita continuamente para funcionar óptimamente y entregarnos una percepción sabia y de buen juicio. Porque tal como los huesos proveen soporte para que los músculos hagan su trabajo, así el corazón provee la energía emocional positiva para que la mente opere a nivel óptimo. Sin ese flujo, ésta se agotará rápidamente y como la cpu de un computador, que sin la energía suficiente entregará resultados extraños y poco útiles, nuestra mente se estresará y nos entregará a través del cuerpo emociones poco gratas y disfuncionales.
¿Qué podemos hacer para reducir los efectos del estrés y la tensión nerviosa?
Para amortiguar el estrés y la tensión nerviosa debemos entender y aceptar que hemos practicado un hábito poco útil: retener, procesar y analizar en exceso nuestros pensamientos sobre las situaciones externas o las personas que nos rodean.
Por el contrario: si aprendemos a soltar nuestras ideas y conclusiones queridas, dejaremos espacio suficiente para que el flujo de cualidades innatas que provienen del corazón moderen nuestra percepción. En este estado, nuestra mente funcionará sin desgaste, de una forma más equilibrada, pudiendo enfrentar las situaciones de la vida con mayor gracia y equilibrio.
El SGA es un conjunto de reacciones fisiológicas coordinadas, con las que responde el organismo ante cualquier agente que proviene del exterior y que resulte estresante, preparándole para la acción. Estas reacciones ayudan a la persona a enfrentarse a situaciones de emergencia de tres formas distintas: propiciando la utilización de mayor fuerza en cortos períodos de tiempo, estimulando una actividad durante un período más largo de lo que normalmente sería posible o reduciendo la sensibilidad al dolor.
El SGA tiene tres fases la primera de ellas conocida como de alarma o de shock y donde se movilizan las defensas del organismo, haciendo pasar a la persona por un período en el cual no acaba de comprender la situación que le rodea, viviéndolas tan solo como conflictos que ha de superar. Pero llega un momento en que se da cuenta de que la situación le supera y que sus fuerzas se debilitan, tomando conciencia de la presencia del estrés. Entre los primeros síntomas de esta fase inicial de alarma se detecta una excesiva irritabilidad, cambios de humor repentinos, un estado permanente de nerviosismo o tener una actitud irascible con toda la sociedad en general.
Segunda y tercera fase del estrés
El segundo estado es conocido como de resistencia que es cuando la persona en cuestión nota que su cansancio aumenta a la vez que disminuye su rendimiento e intenta buscar medidas para que esto no suceda. Se sobrepone, se organiza de otra manera, toma vitaminas y todo ello para demostrarse a sí mismo que es capaz de hacer todo como antes. Durante esta fase el carácter se vuelve insoportable, pueden aparecer tics, taquicardias, sudoración excesiva, vértigos e incluso la aparición de manías llegando a obsesionarse hasta consigo mismo.
En la tercera fase nos encontramos con un estado total de agotamiento ya que la persona se encuentra totalmente superada por la situación en la que vive.
Descansa mal, sufre de insomnio o duerme de forma sobresaltada lo que provoca que al despertarse no pueda levantarse y ponerse en marcha. En este momento es cuando el individuo llega a adoptar posturas fóbicas o de rechazo a su trabajo, deseando que pasen los días cuanto antes para llegar a casa y descansar, cosa que tampoco sucede, pues no deja de pensar en los problemas derivados de su estrés. En esta situación la persona aparece dominada por una sensación de prisa e impaciencia que le hace vivir constantemente angustiada, teniendo siempre la idea de pérdida de tiempo.
En esta fase domina la apatía, algo parecido a la depresión, que se caracteriza por un desinterés generalizado, una falta de control de las emociones, sensación de enfermedad, estados de agitación o de pasividad y falta de ilusión por todo con unas ganas especiales de huir.
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