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SALUD EMOCIONAL

5 de julio de 2018

¿Serían distintos de haber nacido en una familia con más hijos?

Por: Javier Jiménez

¿Es mejor o peor ser hijo único? Me temo que es lo que hay. EL resultado de la adaptación al entorno social y económico. Poco más. Para bien y para mal.

 

A veces pensamos que las desigualdades sociales se perpetúan por problemas de confianza o de recursos. Eso nos lleva a creer que igualando las oportunidades la desigualdad social tiende a desaparecer. Pero el problema es mucho más jodido que todo eso: nuestro entorno de socialización se convierte también en una trampa aspiracional; esto es, define lo que podemos ser.

No deja de ser un poco presuntuoso pensar que la 'trampa aspiracional' actúa sólo sobre los niños y que no moldea el modelo de familia al que aspiran los propios padres. Es decir, excluyendo el muy excepcional gran laboratorio social chino (donde sabemos que la política de hijo único fue el factor clave en el cambio socioeducativo), todo indica que la extensión del hijo único y ciertas características personales no son causas la una de la otra, sino efectos de causas más profundas relacionadas con la transición demográfica, la desaparición de la familia y los cambios institucionales en el mercado de trabajo. Y, sobre todo, de cómo nuestros mecanismos psicológicos se adaptan a ellos.

El hijo único no sólo suponía un problema social de primer orden, sino que era una fuente de incógnitas y preocupaciones: ¿Qué les iba a ocurrir a esos millones de jóvenes chinos que nacían sin hermanos? ¿Qué suponía el desmembramiento de la estructura pseudoconfuciona tradicional a nivel social? De esta forma, en pleno siglo XX tuvimos lo que se denomina un experimento natural: un enorme conjunto de la población de la Tierra que iba a empezar a tener solo un hijo.



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